Marzo 2 de 1932

Bochita querido y precioso:

Dos cartas y dos alegrías, ese es el balance de la semana que se inició. ¿Se puede exigir más a tan breve plazo? ¡Dios quiera que para cuando estes acá, conmigo, juntitos los dos se realicen poco a poco todas nuestras esperanzas y seamos completamente felices! Ya tengo la intuición de que así acontecerá. 

Lo que pasa es que nuestra misma inquietud de que llegue cuanto antes la realidad, nos impide tener la serenidad suficiente para esperar una cosa que fatalmente ha de llegar y más, como en el caso actual, tenemos como interesados, personas que no que nos estiman de verdad. 

A propósito de estas cosas de mi empleo, anoche me disgustó una ausencia mal intencionalida de de una Señora que le dijo a Tío Escipión que me (¿?) Horacio C. Córdoba y que me andaba gestionando o me gestionaba unas cátedras. 

Figúrate la molestia que eso me había causado. Enseguida le hablé por teléfono y le dije que cómo es posible que creyera semejante aberración, que yo no tenia porque quitarme el apellido de mi padre y que por otra parte deseaba saber el nombre de esa señora que tan poco favor me hacía. A lo que me contestó que era media pariente mía y que cuando nos viésemos me lo iba a decir. Por supuesto que creyó en mí y me pidió que estuviese tranquilo y que lo único que deseaba era saber la veracidad de lo que le habían dicho. 

¡Ojalá que eso de las cátedras fuera verdad! ¿No te parece? Pero lo que no podría presentir que me suprimía el apellido que llevo y precisamente fué lo que me molestó. Esta noche es muy probable que vaya a visitarlo, así me entero quién es la Señora parienta. 

Lo más interesante de todo esto es decirte que te adoro. ¿No le parece Bichito precioso? A propósito, ayer tarde, estábamos tomando un poco de aire en el balcón de lo de Lombardi y empezamos a hablar de nuestras noviecitas mentando el día feliz de nuestros casamientos y caímos pronto en ese tema que yo y vos tantas veces hemos conversado y que se refiere a la fidelidad que se deben los cónyuges. 

Yo por mi parte le asegure al amigo que en mi vida le sería infiel a mi mujercita porque la adoro y porque nadie más que ella hará mi felicidad. Que yo en el supuesto que si no lo hiciera, no podría mirarte con franqueza y sintiendome culpable mi vida sería horrible. De donde deduje el maridito más fiel del mundo y que a imagen de mi padre, viviré pendiente de la felicidad y de la dicha de mi hogar. Cuando se quiere de verdad como yo quiero, le dije, es imposible portarse mal y menos, cuando como en mi caso, la sensibilidad de mi carácter y el modo de cuidar de que mi vida sea lo más apacible que darse pueda, está en contra de todo esto que significa quebrantarla. Yo la adoro con toda mi alma a la Beba y cuidaré siempre de su felicidad y bienestar como de la mía propia. Si yo deseo ardientemente casarme con ella es, precisamente, para pertenecerle por entero y nadie ni nada, para que me desvíe de ese propósito. Podrás imaginarte que Lombardi se quedó con la boca abierta y me encontró razón. 

Estas son las dos notas salientes de la semana y diariamente pienso en vos, sueño con vos, hablo de vos, te extraño enormemente y te adoro. ¿Le gusta todo esto mi Bebi querida? 

¿Vé como su marido la quiere y está contento con usted? 

Con toda mi alma te beso fuerte. 

Tity