(Orihuela, diciembre 1934)

Amigo querido Benjamín:

Estoy acabando de terminar mi libro lírico, «El silbo vulnerado»… un libro como tú me pedías, de pájaros, corderos, piedras, cardos, aires y almendros. Necesito de pura necesidad tu colaboración. Y de puro orgullo también. ¿Quieres decirme inmediatamente si cuento contigo? Como tú, estoy lleno de la emoción y la vida inmensa de todas esas cosas de Dios: pájaro, cardo, piedra… por mi trato diario con ellas de toda mi vida. Te debo un adiós desde que no estoy en Madrid. ¿Me lo perdonas? Mándame tu dirección para escribirte a tu casa. Te mandaré, si me lo dijeras, copias de los poemas. No sé si Bergamín el maestro querrá dar este libro ahí. Estoy esperando ¡con qué gana! Palabras tuyas, aunque sean pocas. Dame la alegría de escribirme diciéndome que sí. Lee ese soneto de la serie pastora que hago.
Toma un abrazo, y un adiós que vale por el que no te dije y otros más, y pide mandado de

Miguel Hernández,
tu amigo.

¡Adiós!

Publicado en Miguel Hernández, Epistolario, Madrid, Alianza, 1986.