(Orihuela, agosto 1935)

Querido Antonio y Carmen –porque supongo que ya habrás abandonado el Pardo y Madrid, tú, querida Carmen, para volverte a nuestra azul y velera Cartagena-: os deseo la alegría y la serenidad necesarias para conducirse por este verano de soles desesperantes, para trasladarse de un día a otro de esta vida que vale la pena sufrir. Os recuerdo constantemente en nuestra Orihuela, en el huerto de mi casa, con higueras y chicharras, que exaltan la sangre de mis venas. He hablado con Sijé varias veces de vosotros; le dije tu deseo y mío, Antonio, de antologar a los poetas mediterráneos de esta parte, y de tus recuerdos para él, de vuestros recuerdos. Decidme cómo, en qué estado, con qué ánimo, se desarrollan vuestras vidas cubiertas de molinos veleros y bocas de minerales. Yo quisiera saberos olvidados casi siempre –ya que a nadie nos es posible la alegría continua- de vuestros pesares.
He comenzado mi tragedia montés con entusiasmo muy grande: todo se ha conjurado a favor mío: la luna, el plenilunio; la viña, al rojo y al azul; las eras, a la cosecha; las chicharras, a la locura. Me siento grandemente satisfecho de estos paisajes de piedra y tierra de que me rodeo. Decidme si vosotros también respiráis en paz y dulzura los aires que van a dar impulso a los molinos -¡qué obsesión de palabras! Decidme, además, si habéis solucionado lo de mi viaje por ahí, y para qué fecha queréis que vaya a vuestros ojos, manos y oídos mi persona. Sabéis que me interesa muchísimo. Quisiera que fuera mi viaje para el 16 o el 17: ¿puede ser, amigos míos Carmen y Antonio? Tengo muchas ganas de volver a ver esa tierra y ese mar que me están negados tratar más de dos días. Os envío ésta a la Universidad Popular, porque cometí la torpeza o distracción de no preguntaros por vuestro nuevo domicilio. De modo que, hasta que no me escribáis, estaré en la duda de si habréis o no recibido mis líneas.
Os abraza largamente, con alegría y emoción, vuestro

Miguel.

Publicado en Miguel Hernández, Epistolario, Madrid, Alianza, 1986.