(Orihuela, septiembre 1933)

…¡Qué sentimiento! Cándido de gozo me ha meneado quieto al mediodía de ayer, cuado, al regresar a mi casa con los pies dolidos del balón y los ojos y el cuerpo campesinos puros de almendros ya en vida perfecta de flor, me han dicho mi madre y mi hermana, a compás, las gitanas oscuras y queridas, que había recién llegado un libro: mis manos se han alargado por toda la baja casa hasta él, y me lo he encontrado tendido sobre mi lecho, hablado conmigo mismo, al arrimo de sus palabras, llorado y riendo conmigo mismo: azul, mediterráneo, negro, frío, caluroso, aldeano universalmente (…). Sigo viviendo en una estrechez gibraltara, ahora, aún, que trabajo en una Notaría de mecanógrafo a destajo: hay días que gano tres reales y hay días que menos: nada (…). Tengo para dos libros y no sé cómo los voy a realizar. No quiero pedir favores como para el otro.

Publicado en Miguel Hernández, Epistolario, Madrid, Alianza, 1986.