(Orihuela, enero 1935)

Mi muy querido amigo José:

Me han entrado ganas de escribirle y eso hago para que sepa de cuando en cuando de mi existencia y saber lo posible de la suya alguna vez. ¿Cuándo se traslada a París para esos cuarenta minutos de habla sobre Lope o el catolicismo en persona? ¿Cuándo por aquí? Porque no desconfío de que vendrá un día. ¿Cuándo su nuevo almanaque, que espero con las ansias abiertas? ¿Cuándo qué más?…
Amigo mío José: ¿me perdonará siempre todas mis desatenciones, molestias y tonterías de pastor que no ha visto el mundo más que por un agujero, que no sabe de nada de otras clases de vida ni maneras que las que cultivó hasta hace poco? Gracias.
Ya me explico lo de su posición con respecto a la revista nuestra: ve en ella -¿no?- catolicismo exacerbado, intransigente resultante de la soledad y el carácter soberbio e impetuoso de Sijé, que la escribe. Yo no le diré nunca nada, porque se irritaría. Ahora quiere que demos un almanaque para marzo con los cuatro evangelios relacionados con las cuatro estaciones. Yo voy a escribir una plática mía de pastor con el almendro que ha florecido antes en este enero y, tal vez, una serie de consejos campesinos para cada mes.
Estoy haciendo muchos sonetos, pastores y no. Vea éste: [un hueco en blanco].
¿Quiere que le mande cinco, seis, siete, escogidos para su revista mía, y me aliviará un poco la pobreza y el paro?  
¿Ha visto algo, verá algo por ahí que me convenga? Toda la poesía que hago ahora es para «El silbo vulnerable», del que exceptuaré casi todo lo que conoce. ¿Por qué no me da ese libro ahí a la publicación? Necesito ganármela como sea. Y aquí va a ser muy difícil su publicación.
Fíjese: mi ambición única es ganar un poco para tener un cachico de campo que cultivar y un mendrugo diario que comer en compaña. He nacido para estar con el aire y gastar esos tragos de Dios siempre. Yo estaría ahí. Me colocaría en Madrid el tiempo justo para hacer una cantidad pequeña y venirme y comprar un sitio que tiene escogido mi contemplación por estas tierras únicas.
Mándeme el número veinte que aún no he recibido.
Adiós, querido amigo. Escríbame si puede y dígame las respuestas que crea necesiten mis preguntas y mis quebrantos.
Le abraza siempre y mucho,

Miguel Hernández

Publicado en Miguel Hernández, Epistolario, Madrid, Alianza, 1986.