(Orihuela, junio 1934)

Amigo Bergamín:

He llegado al cabo de mi obra que quise hacer sacramental. Para la mitad de esta semana que se os echa encima, le mandaré lo hecho que le falta.
En la siesta de ayer tarde y en un rinconcito de mi huerto junto a la sierra achicharrados, lo leímos Sijé, Die (el del cartel ese que me dejé ahí) y yo mismo… No sé, no puedo saber…. Ya me dirá con su sinceridad de siempre si hice bien o lo hice mal. Lo que es menester que lo lea usted a la misma luz serrana, sin mancha manchega de, «Los molinos». Lo que es menester que le agrade su lectura tanto como la de los dos primeros actos.
Ahora lo tiene el tal Die, que va a hacer unos dibujos y se los mandaré, y si le parece bien, me dará, amigo Bergamín copia de los dos primeros actos, para hacer alguna más. Sólo me queda el original aquí y en una letra  tan enrevesada y microscópica que a mí mismo me cuesta trabajo aclarar.
Ahí van esos dos nombres: «¡Quién! te ha visto y ¡quién! te ve» y «El Hombre, asunto del cielo». Si tiene, amigo Bergamín, alguno y no le son bien parecidos éstos dígamelo.
Espero, ocupado y preocupado por muchas cosas, palabras y alientos suyos.

Miguel Hernández.

Publicado en Miguel Hernández, Epistolario, Madrid, Alianza, 1986.