Orihuela, octubre 1934)

Te agradezco, amigo Pedro, tu escrito desde Murcia inesperado. ¿Cómo tú por estas tierras guerreras? ¿Con qué objeto? ¿Para qué caso? ¿En qué ocasión? Me da pena no haberte conocido de verdad. Pasaste, si bien fue en autobús, a unos cuarenta metros de distancia de mi casa, de mi persona –tal vez estaba yo en mi huerto como este año pasado, cuando leía tu «Trasluz» y al desfilar tú exalté el convento de Santo Domingo, el primer templo de Orihuela viniendo de Alicante, detrás de cuyas torres, campanas y veletas vivo alumbrado por el sol de sus piedras y sus vidrios. Qué lástima, querido Pedro –créelo-, sentí cuando me enteré de tu tránsito por mi pueblo, la tristeza de no poder haberte visto, con el pensamiento y el presentimiento de que no se presentaría ya jamás ninguna ocasión para nuestro conocimiento.
Dentro de unos días –diez…doce- voy de nuevo a Madrid. «El torero más valiente», tragedia española mía, me lleva en busca de teatro allí. Además, también quiero ver si estreno el auto sacramental. Tengo en preparación muchas cosas… El cine me atrae irresistible. Yo siempre atormentado por mi imaginación, necesito aliviar un poco ese tormento ante el disipar tenebroso. Claro: de las imágenes.
Adiós, amigo Pedro. Dime en seguida cuándo sales en ISLA. ¡Cuánto tiempo sin hablar! ¿Necesitas algo de mí para sus próximas páginas? Estamos dando los últimos toques al tercer número de El Gallo Crisis Ramón y yo.
Adiós, otra vez con un abrazo,

Miguel.

Publicado en Miguel Hernández, Epistolario, Madrid, Alianza, 1986.