Queridos hermanos y primos:

Aquí me tenéis, para cuanto sea necesario, aunque más necesito yo de vosotros: libertad. Pero volveremos a brindar por todo lo que se pierde y se encuentra: la libertad, las cadenas, la alegría y ese cariño oculto que nos arrastra a buscarnos a través de toda la tierra. Josefina: escríbeme y dime de Poveda. El va a todas partes y al fin nos encontraremos en una cualquiera: tu casa, la mía, el mundo entero. Escribidme, Carlos, Ascensión, y decidme muchas cosas para sentirme más acompañado aquí. Habladme de vuestro hijo, del horno, Efrén: de Orihuela, de Justino, del río ese que nos sigue arrullando desde lejos. Ya en Portugal, cerca de Lisboa, he tenido que regresar a España cuando empezaba a hablar en portugués. ¡Qué pena! Pero como sabéis, todo pasa, aunque no se olvida todo. Ahora por ejemplo revive en mí aquel mediodía casi reciente y ya lejano en que nos despedimos con la alegría que nadie puede arrancarnos del corazón. Queridos hermanos y primos de mi alma, adiós con grandes abrazos y besos.

Miguel.