(Orihuela, enero 1935)

Amigo Pablo:

Los Pájaros que son verdaderos pájaros no saben ser domésticos, no sabe hacerse gatos o ratas. Por eso su Ramón se murió, por pájaro. Echaba de menos –se lo vi en el gesto de sus ojos en los míos- el aire, la luz y la libertad campesinas. El ruy-señor no sufre rehenes,, y cuantas veces ha sido reducida su erratura solitaria a los hierros, tantas se ha dado muerte no comiendo ni cantando -¿Qué más quisieran los que le atrapan con ese intento!- y poniéndose cabizbajos y alicaídos de melancolía y de ayunos y abstinencias voluntarias. Su Ramón no era el ruy-señor, pero su Ramón era un pájaro en toda la extensión de la palabra, y no se ha resignado a vivir sin árboles ni alturas, y ha hecho bien –créalo-, muy bien e dejarse morir. Consuélese, amigo querido Pablo: Ramón está en la gloria, en la gloria de los pájaros, a la derecha del ruy-señor que murió exquisitamente de vergüenza de que le quisieran domesticar el pío que sólo lanza en la soledad de la noche y los atardeceres. Ramón no tendrá que avergonzarse en el trascielo, ¡nunca! de haber negado y deshonrado su especie:  

Ay, Ramón, qué bien has hecho
muriéndote de dejadez
el pico sobre el pecho
y el pensamiento en el prado.
¿Qué sepultura te ha dado
mi amigo el embajador?
Por tu exquisito pudor,
y tus reinas altiveces 
muerto de pluma mereces
la fama del ruy-señor-

Requiem cat in pace. Bueno:

Si supiera lo que he agradecido su carta… me escribiría otra inmediatamente. Las vecinas de mi calle, mi madre, mi hermana, qué sorprendidas y admiradas ante el sobre suyo. ¡Carta de un embajador a Miguel! Mi hijo, mi vecino, mi hermano, el poeta, el cabrero, ése que va como loco por la sierra, ése que se baña en el río en pleno invierno?… Ese.
No sé, amigo Pablo, por qué cosas me pregunta. ¿Las líricas de mi poesía? ¿Las trágicas de mi vida? Aquéllas van regular, éstas de mal en peor. Pero dígame, dígame, que no entiendo bien algunas cosas de las que me dice. ¿Puedo marchar a su lado a mantenerme al amparo suyo y de su revista o eso aún tardará? No entiendo bien, querido Pablo. Yo no puedo viajar a Madrid por ahora: habré de esperar un mes al menos, a tener para el talón del viaje y así quedarme. 
¿Estará para entonces decidido ya lo de la revista y podré andar por ahí sin dificultades económicas? No quiero que mi estómago haga el ridículo como esta vez pasada porque soy honrado y no sé pedir.
Por tanto aquí me quedo cultivando la pobreza, la tierra de mi huerto y la poesía hasta que me diga en concreto lo que hay.
Mañana escribiré a Bergamín.
Federico sigue sin escribirme.
Ayer, no, anteayer, escribí a Vivanco y le dije que se viera con personas. 
Le espero impaciente: que no le tengan cogido muchas ocupaciones para cuando me vaya a responder.
No necesita dirección ninguna para escribirme. Basta poner: Miguel Hernández, Orihuela, y llega a mí su mandado. Soy un hombre que todos saben dónde está aquí.
Le abraza agradecido y fuerte,

Miguel.

Publicado en Miguel Hernández, Epistolario, Madrid, Alianza, 1986.