(Madrid, 11 enero 1932)

Hermano:

Por lo que me dices en tus trtistezas infiero que no has recibido la adjunta carta que te envié, hace once o doce días; en ella te pedía que me enviases cuanto antes tres Gacetas; pero no me quedaban más que unas pesetas. No me explico cómo se ha perdido esta carta porque extrañaba que no me respondieras, aunque pensé que lo hacías aguardando a que Alfredo partiera para darle a él la respuesta. ¡Con qué ansiedad salí al encuentro de Serna cuando llegó! ¡Qué decepción la mía! No te imaginas lo que es esta soledad -bendita en parte- que me rodea; la alegría que me causa escuchar vuestras palabras, tus palabras. ¡Y la pérdida de esa carta! Mi madrecita buena (hasta ahora no he comprendido la inmensidad de su amor) me ha sacado de este apuro mandándome cincuenta pesetas que entregué al señor Morante en seguida. Con ellas he tenido pagado el mantenimiento hasta el día diez, pero si vosotros no hecéis un esfuerzo -¡otro!- no veo la forma de arreglármelas por esta vez. Alfredo, para si pienso pedirle, se pasea todos los días… está entrampado… No le pediré…

Yo no sé, hermano, no sé. Tan pronto río lleno de alegría, como poseído de una feroz melancolía que arranca lágrimas de mis ojos, me acomete el desaliento; tan pronto creo que lo que hago vale un poquito la pena como que estoy haciendo el ridículo, me muerdo los puños de rabia e impotencia. ¿Por qué me pusieron un alma de poeta? ¿Por qué no fui como todos los pastores, mazorral, ingnorante?… Y este odio al trabajo de los brazos… ¿Y esa ansia de cumbres y soledad de ladera…?

Me explico que no halles la Gaceta… Otra desesperación mía… He ido cien veces al lugar donde se imprime: «no ha salido aún», me dicen. Giménez Caballero me dedica, según me ha dicho hace unos días, un artículo: en él habla de ti también. Leyó tu trabajo sobre mí, que le gustó. Creía que el apellido de tus familiares era Jijé en vez de Sijé.

Comprenderás mi pena cuando paso ante las librerías. En estos últimos días he leído: Sonata de primavera, de Valle-Inclán; Lirio del valle, de Balzac; Pequeños poemas en prosa, de Baudelaire; El estanque de los lotos, de Amado Nervo; un libro de crítica sobre Darío y el fabuloso Gitanjali, de Rabindranat Tagore. Todo por casi nada de dinero.

Tengo unos versos para Augusto, para Poveda y Fenol; para ti versos y ¡tantas cosas más!

Abrazos para todos. Escribidme cuanto antes os sea posible. Ya mandaré dos o tres Gacetas cuando aparezcan. Veré a ver qué logro entonces.

A Ballesteros dale un abrazo por mí y que me perdone que le haya olvidado en mis anteriores.

Miguel.

(Como me presumo que la carta fue perdida porque iba a nombre de Ramón Sijé, envío ésta a José Martín no suceda otro tanto.)

¡Ah!, dile a Poveda (si no se ha ido a Cartagena todavía, verdad), que en la perdida le escribía aparte; que perdone, pero que ésta no lo hago. A Fenoll, que no se aparte de mí.

Publicado en Miguel Hernández, Epistolario, Madrid, Alianza, 1986.