Madrid, 5 de febrero 1940

Mis queridos padres y hermanos:

Aquí me tenéis esperando noticias vuestras y de Josefina, con la impaciencia de quien no espera el día otra cosa mejor. Mi salud es la de siempre y mis ganas de salir las mismas de antes y un poquito más decidme qué tal es la vuestra, que quiero que sea mejor que la mía, en cuento recibáis ésta.
Madre, mamá, marecita, madrecilla, madraza. ¿Y tú cómo estás? Quiero saber si el depósito de las lágrimas se te ha quedado vacío por fin y saber que no sufres, que el depósito del sufrimiento, o sea, el corazón se te ha vuelto alegre por fin también. Muchas veces, viéndome comiendo, acostado o paseando me digo que Josefina y tú estáis a esa misma hora cavilando y sufriendo mientras yo me río, como a dos y a cuatro carrillos y duermo a seis. Ya ves no vale la pena sufrir por el cabezón que he sido siempre, porque con tal de salir con la mía procuro no dejarme llevar de los malos pensamientos. Entre Orihuela y Cox andan repartidos a todas horas, yendo y viniendo sin parar un momento, como no sea para dormir o APRA comer. A las horas de estas cosas sí que se me olvida todo. Hasta tu nieto.
Padre, no me dices nada. Dime si piensas ir a Barcelona. Supongo no es tiempo muy a propósito para el negocio. Dime si sigues con el mismo apetito de siempre.  Cuidaos mucho la madre y tú, que todavía y siempre nos haréis falta a vuestros hijos.
Encarna, ¿ya la rubia? Tengo ganas de verla pelearse con mi niño. Ya sé que estás entregada al negocio del pan que fabrica Ismael. Procura no comerte tú las ganancias. ¿Eh? Sigo con la esperanza de salir pronto, a ver si veo nacer las hojas de las higueras del patio, si al padre no le ha dado por talarlas. Ojalá las vea. Dadme noticias de Luis y de Paco y de Elvira y de todos. Madre, te llevaré el aparato del asma cuando vaya. Aquí me tenéis hasta dentro de muy poco que me tendréis ahí. Os abraza.

Miguel.

Publicado en Miguel Hernández, Epistolario, Madrid, Alianza, 1986.