Ocaña, 21 de junio de 1941

Mis queridos padres y hermanos:

Para satisfacción vuestra y mía, os comunica son en mi poder ls tortas y el chocolate, así como las 50 pesetas que me habéis enviado en dos giros. Pronto nos abrazaremos porque mi traslado sólo depende ya de la guardia civil. Presumo salir un día de esta semana, aunque esto mismo he dicho a Josefina y todavía estoy aquí. No puedo dejar de ver a uno de los dos padres, si a los dos no es posible. Mi intención no ha sido entristeceros al expresar mi estado de ánimo ante la actitud de Vicente. No preciso ninguna bebida de farmacia: He recobrado la salud. En cuento a esas gestiones apuntadas para obtener la libertad no las hago por razones que os expondré despacio. Madre, las tortas eran superiores, y un bocado demasiado fino detrás de los bocados demasiado bastos del rancho. Se ve que toda la familia está empeñada en crecer y multiplicarse. Me alegra sea un varón el primer hijo del primo: dad mi enhorabuena a ella, a él y al peque. Si entre todos podéis pagar el viaje a la tía Antonia, hacedlo, que no cumpla su promesa de ir andando a Alicante. Espero abrazaros con todas mis fuerzas y veros alegres y buenos a todos. Mandad en seguida la carta a Josefina, porque no he podido escribirle aparte. Ahí va el cariño de vuestro hijo y hermano.

MIGUEL.

Mi querida esposa:

Todo está preparado para la marcha, pero sigo aquí, no sé si hasta mañana, pasado mañana o al siguiente. No me ha llegado tu carta hoy, y pienso si habrás tomado la determinación de desplazarte a Alicante, en vista de las instrucciones que te daba e  mi anterior. Si es así, y si has vuelto a hacer magdalenas, vas a comértelas de nuevo. Porque mientras llega el viaje y mientras lo realizo, se te volverán a endurecer, y me alegra que se las coma mi niño otra vez. Ya habrás recibido el dinero de Vergara y el de Vicente. Me han escrito comunicándome el giro del mismo. ¿Estás en Alicante o en Cox? Cualquiera sabe, Josefina, dónde paras a estas horas, y tu paciencia, como la mía, habrán de dar mucho de sí hasta que llegue la hora que aguardamos. Se me están apolillando los juguetes de Manolillo y muriéndose de risa en la maleta. Y el niño pidiéndoles a grito pelado, presumo yo, por lo que me dices. Espero tu carta para mañana, porque es lógico que me hayas escrito diciéndome si vas o si te quedas hasta el aviso en Cox. Se me hacen los días más largos desde que sé que voy a salir y no salgo. Me aconsejé un poquito más de paciencia. A ver qué pasa, nena. Di al niño que por fin va a conocer a su padre y enséñale una foto mía para que se vaya acostumbrando. Ya te he dicho que no te lo dejes olvidado en casa, que es lo que más me interesa ver. Pienso que me van a faltar brazos y boca para él, para la madre y para ti. Si en el camino consigo comprar algunos brazos postizos me los pondré para utilizarlos en su momento, que es el mejor momento que espero desde hace mucho tiempo. Bien, bueno va, allá voy, espérame sin impacientarte mucho y recibe para los dos mi cariño.

VUESTRO MIGUEL.

Publicado en Miguel Hernández, Epistolario, Madrid, Alianza, 1986.