Esa carta de dulzura tan hija
en cielo cae, es la
crecida de repente.
En la prisión de abajo
el mismo amor se calla
cuando lee
esa voz contrapuerta.
No sabe más de su deseo redondo.
Pica la piedra del adiós
porque no es cierto.
A Andreíta
Publicado en el suplemento Domingo del diario Perfil de Buenos Aires, 9 de diciembre de 2007
0 comentarios