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Querida Greta, después de ver tu discurso por allá en Nueva York tenía que escribirte. Eres una berraca. Tu voz es necesaria para decirles a Estados Unidos, la Unión Europea, China, Rusia e India que tienen que tomar acciones urgentes para dejar de lanzar gases invernadero a la atmósfera.

En últimas depende de ellos, no de nosotros acá en Colombia. En 2018 fueron estos países los responsables de más de la mitad de los gases de efecto invernadero (GEI) lanzados a la atmósfera y desde 1860, según el Climate Analytics Report, estos mismos países han emitido el 71 % de los GEI que hoy nos tienen en esta crisis climática.

Desde Colombia esta situación me genera una impotencia enorme. Mi país ha sido por muchos años un captador neto de GEI. No porque hayamos hecho algo, solo porque tenemos muchos bosques y hemos tenido un desarrollo muy lento. Por eso también somos bastante pobres. Por ejemplo, aspiro a ser el primero de mi familia en tener educación superior.

En Colombia recientemente nos hemos convertido en productores netos de GEI, sobre todo debido a nuestro cambio de uso del suelo, especialmente la deforestación, la ganadería y la agricultura. Sin embargo, según los últimos datos disponibles que son de 2014, el Ideam calcula que Colombia emite el 0,47 % de los GEI a nivel mundial. ¡Nada!

Sé, Greta, que tú le pediste a tu familia que dejara de montar en avión. Tú misma viajaste a Nueva York en un velero. Muy cool, además. Pero me preocupa que tu mensaje y que tus símbolos se conviertan en símbolos generales para lo que debe ser nuestra misión generacional de lucha contra la crisis climática. Porque hay una manera en la que me estás imponiendo estándares injustos.

La primera de esas responsabilidades es volverme un activista para detener el cambio climático, lo que llaman la mitigación. Para cambiar el sistema productivo de mi país, el mío propio, y dejar de producir tantos GEI. Me estás pidiendo que no monte en avión, a mí, un adolescente que vive en el interior de Colombia y no conoce el mar. A un colombiano que, per cápita, produce cuatro veces menos GEI que un sueco, 10 veces menos que un gringo. Y eso no parece justo.

Tampoco parece justo con mi país. Un país que ya es especialmente vulnerable al cambio climático. En ese sentido, mi misión generacional como colombiano creo que es preparar a mi país para lo que viene. Lo que llaman adaptación al cambio climático. Tenemos que construir carreteras con túneles, por ejemplo, que resistan las temporadas de lluvia más fuertes. Tenemos que mejorar barrios, como el mío, donde las alcantarillas no dan abasto y cuando llueve muy duro nos inundamos.

Y todo eso cuesta plata, Greta, y genera GEI. Plata que mi país ha conseguido en los últimos 15 años sobre todo con la extracción de petróleo y minerales. Y sabemos que tenemos que cambiar de modelo, pero también sabemos que eso toma tiempo, cuesta más plata y en todos lados se ha hecho de manera gradual.

Y me preocupa mi futuro. No solo por la crisis climática, sino porque los chicos de mi generación parecen activistas suecos y no colombianos. Porque si nos seguimos oponiendo sin medir los costos a nuestro propio desarrollo, incluso a nuestra economía extractiva, el Gobierno no va a tener plata para ayudarme a ir a la universidad, donde quiero, en parte por tu inspiración, adquirir el conocimiento que mi país necesita para enfrentar el futuro incierto que nos ata.