«Estoy bien, algo preocupado y bastante aburrido», así contesté casi siempre a las preguntas angustiadas de mi familia y amigos, en estos días de autorrecluido en Xuzhou, este de China, tras el brote del nuevo coronavirus. Por el momento me toca vivir en esta ciudad de 8,5 millones de habitantes al norte de la provincia oriental de Jiangsu, donde se está enfrentando con bastante calma la epidemia del coronavirus, cuyo epicentro es la provincia central de Hubei y que se ha extendido ya a muchos países. Ahora soy uno de los tantos extranjeros que, pese al aislamiento, trata de sobrellevar la situación de la mejor manera. Cuando comenzaron a surgir los datos de infectados y muertos en Wuhan y más allá, el nerviosismo y el miedo invadieron la comunidad de expatriados, pero de a poco, si bien la preocupación persiste, el panorama comenzó organizarse y la mayoría, al igual que los chinos, estamos haciendo lo mismo: simplemente permanecer en nuestras casas y sólo salir a la calle para comprar alimentos. Mi aislamiento es casi total, ya que hasta mediados de enero trabajé en la Universidad Normal de Jiangsu y, como la mayoría de los profesores extranjeros en China, vivo dentro del campus que, al igual que todos los campus del país, ahora está completamente cerrado al ingreso de personas externas, y posee controles de temperatura corporal en la entrada. En un campus que suele estar repleto de colores y sonidos, con alumnos yendo y viniendo de sus dormitorios a las aulas o cantinas, ahora solo somos un puñado de personas, en su mayoría estudiantes extranjeros. Internet, películas, libros y videollamadas son formas de pasar el tiempo mientras se espera una mejora de la situación. Muchos recomiendan evitar el sedentarismo ejercitando dentro de casa. Tal vez sea buen momento para dedicarse a la cocina o a algún hobby postergado. Los grupos de chat, en especial dentro de la aplicación Wechat, funcionan como el principal medio de comunicación y contención entre extranjeros. Las opiniones son variadas, pero el optimismo va creciendo. Muchos nos hemos vuelto «expertos» en virus y epidemias. La gran mayoría hemos aceptado que la autorreclusión por al menos dos semanas es una forma de protegerse a uno mismo y a los demás, debido a la facilidad de transmisión que presenta este nuevo virus incluso en personas que no presentan síntoma alguno. A su vez, a muchos extranjeros la epidemia los sorprendió fuera de China, disfrutando de las vacaciones de la Fiesta de la Primavera. Tal es el caso de mi esposa Mechi, en Argentina ahora, o amigos que eligieron algunas playas del sudeste asiático. Con vuelos cancelados, todos ellos aguardan con incertidumbre saber en qué momento podrán retornar a China para continuar con sus trabajos o estudios. Vista desde la ciudad de Xuzhou la situación no parece tan dramática. Si bien es una soleada tarde de sábado y las calles no están llenas de gente, niños jugando o ancianos haciendo sus ejercicios, el escenario no tiene nada de apocalíptico. Aquí los hospitales funcionan normalmente y los supermercados, si bien sufren la falta de algunos productos puntales — desinfectantes y algunos vegetales –, tienen su provisión normalizada. A su vez, el ánimo de la gente parece bueno. En esta ciudad tal vez influye positivamente en los habitantes que Jiangsu sea entre las provincias principales la que hasta el momento menos afectados sufre. Xuzhou en particular contaba hasta el pasado sábado con unos 30 infectados, un número que nada tiene que ver con las dramáticas cifras de la provincia de Hubei y la ciudad de Wuhan. En las calles de Xuzhou todos llevan mascarillas y la ciudad hizo oficial la cancelación del trasporte público de metro y buses. También hay registros de todos los vehículos en las entradas de autopistas, con medidas de control de temperatura corporal que también se extienden a ingresos a complejos de viviendas y supermercados. Por todos lados se observan carteles y pasacalles con consejos para el cuidarse del virus. El gobierno local también difundió entre la población el protocolo de cuidado personal sobre higiene, uso de máscara, evitar lugares concurridos, etc.. Es difícil encontrar taxis y la aplicación de movilidad DiDi ha restringido el servicio en alrededores de Xuzhou y para viajes entre ciudades. Así llegamos a este escenario extraño para una ciudad china — habituadas a calles y negocios repletos de gente y con mucho bullicio –, pero controlado si tenemos en cuenta el serio contexto de una epidemia a gran escala. Mientras espero una evolución favorable de este drama que ya costó la vida de más de 300 personas, este es el panorama que suelo transmitir a mis afectos en Argentina, resumido en «algo preocupado y aburrido», junto con la tristeza que genera la situación de las familias de Wuhan. A mis seres queridos en Argentina suelo además darles un consejo: «comiencen a tomar allá también medidas de prevención, sencillas pero vitales: higiene personal, en especial la desinfección de manos, y el uso de mascarillas, en especial dentro de transportes públicos». Mi preocupación está enfocada en Latinoamérica, ya que, de extenderse allí la epidemia, debería enfrentar un desafío muy grande, sin la estructura ni los recursos que hoy posee China.

Fuente www.perfil.com