Santiago de Chile, Andrés Bello, 1994
Editado por Lyle W. Dorsett y Marjorie Lamp Mead
Prólogo de Douglas H. Gresham
Título en inglés: C. S. Lewis Letters to Children
Traducción de María Rosa Duhart Silva
Por M. N.
Se trata de un pequeño volumen con cartas que escribió el afamado escritor de Narnia
a muchos niños. Lo que se destaca es que se tratan de cartas, en muchos
de los casos, a sus lectores niños y consisten en lo que ellos creen
de sus obras. Se construye, así, un diálogo al estilo de los
tecnológicos comments, en donde se despliegan pequeños textos que
refieren a un texto fuente.
En otras de las cartas se plantean temas teóricos
sobre el arte de escribir, como un taller a distancia en los que Lewis
dice, con cortesía, qué sí y qué no: “La principal falla del cuento de
los animales es que no mezclas correctamente la realidad y la fantasía”
(78). Por otra parte, hay largos e interesantes pasajes en las cartas
en los que elabora teorías sobre la religión católica, la práctica de
la escritura literaria y sobre la cocina de la saga Narnia.
En el prólogo de la edición se refiere a la carrada
de cartas que recibía y enviaba Lewis desde su casa cercana a Oxford.
Dice que por la mañana, su dedicación a la práctica epistolar era
determinada. Él también, como un ejercicio metaepistolar, habla de este
oficio con amor y cierto cansancio, sobre todo en sus últimas cartas,
las próximas al final.
Este libro breve de las cartas de Lewis permite dar
cuenta de muchísimas aptitudes y actitudes del escritor. Este es el
buen tino de compiladores y editores. Por estas cartas se trasluce el
dulce oficio de un escritor bueno.
The Kilns
Headington Quarry, Oxford
26 de marzo de 1956
Querido Martín:
Fue muy agradable recibir noticias tuyas, ¡y sé
muy bien lo que esto significa cuando uno siempre tiene tanto que
hacer! Lo divertido es que a mí me costaba mucho más escribir cartas
cuando tenía muchísimo menos que escribir; ahora que tengo tantas,
estoy obligado a hacerlo de inmediato, a primera hora de la mañana.
Siento de veras que hayas estado… vendado todos
esos meses. ¿Te picaba horriblemente debajo de las vendas, justo donde
uno no alcanza a rascarse? A mí me pasaba eso cuando estuve vendado
durante siglos después de que me hirieron en la Primera Guerra. Pero es
una delicia cuando por fin es casi como encontrarse con un viejo
amigo!