Me dirijo a los que programaron, decidieron, ejecutaron, fueron actores directos o cómplices de la masacre de Trelew. Hace 35 años el pueblo no les creyó las diferentes versiones que inventaron para justificar el primer acto de terrorismo de Estado que ustedes llevaron adelante y a pesar de ello continúan mintiendo, silenciando, olvidando, hoy delante de la Justicia.

Los presos de Rawson, cuando organizaron la fuga del penal, estaban con las armas que fueron recuperando a medida que iban tomando el penal. Con esa armas, el grupo de 19 que queda en el aeropuerto de Trelew hizo un acuerdo con ustedes para rendirse. Acto mayor de coraje y humildad que las tres organizaciones deciden para evitar que en el enfrentamiento contra ustedes muera el centenar de civiles que estaba en el aeropuerto. Ellos depositan sus armas y ustedes los traicionan con sus órdenes: en vez de reintegrarlos al Penal de Rawson, los llevan a la Base Almirante Zar.

Cuando nosotros los familiares fuimos a Rawson y a Trelew, el 15, 16 y 17 de agosto de 1972 tocando todas las puertas para que nos permitieran llevarles comida, ropa, medicamentos, ustedes dieron la orden de apresarnos. Llovieron las amenazas y meses o años después ustedes mataron a gran parte de los familiares y de los abogados de Trelew.

Nosotros sabíamos, el 22 de agosto, que era imposible fugarse de la Base, en medio del desierto patagónico, rodeado de cientos de ustedes con todo tipo de armamentos. Por ese convencimiento fue que inmediatamente exigí que abrieran el cajón para reconocer si era Rubén, y su cuerpo con cada detalle de lo que vi me acompaña como una fotografía que no se puso amarilla con los años. Era mi esposo, tenía balas y hematomas en diferentes partes del cuerpo, pero además, y sobre todo, tenía la cabeza destrozada.

Cuando una semana después les inicio juicio en Capital Federal, el juez ordena la autopsia. En la morgue judicial está el número, el día y los médicos que procedieron a realizarla y en los archivos de Tribunales los resultados. Aquí se los comunico: las heridas de bala que tiene en el cuerpo no son mortales, el tiro de la cabeza es dado en posición horizontal a poca distancia, con arma de fuerte calibre que entra por la oreja y sale por la cabeza. Ese tiro es mortal.

Cuando se continúa el juicio y se constituye el juez en la enfermería de la Cárcel de Devoto, los tres sobrevivientes, Haidar, Camps y Berger, están heridos, incomunicados y con fuerte custodia policial y militar y a pesar de ello tienen el coraje –ellos dicen el “deber”– de declarar delante de nosotros (juez, familiares y abogados) para que nos encarguemos de decir a la Argentina la verdad de toda la operación que ustedes planificaron y llevaron a cabo para matar a los presos que estaban bajo la responsabilidad del Estado, de ustedes, del general Lanusse y sus camaradas de las Fuerzas Armadas.

“Cambiaron la guardia ese día, nos levantaron a las 3 de la madrugada entre gritos e insultos, nos hicieron salir de las pequeñas celdas enfrentadas y desde el frente del pasillo comenzaron a ametrallarnos, los que estaban en las primeras celdas murieron en el acto, los que estábamos más lejos nos tiramos al suelo y esperamos, conteniendo la respiración, escuchamos el cese de los tiros y después pasaron celda por celda y nos tiraron con el arma que tenían en sus cinturones a quemarropa. Nunca pensaron que podía quedar alguno vivo.” Estas declaraciones las sigo escuchando cada vez que se habla de Trelew.

Los militares que vienen a tomar servicio en la mañana del 22 de agosto encuentran seis heridos: Astudillo, Kohon, Berger, Haidar, Camps y Bonet. Ellos los llevan a la enfermería de la Base.

Haidar, Camps y Berger cuentan que estuvieron en el piso de la enfermería toda la mañana sin ninguna asistencia médica y que ven morir a su lado primero a Kohon y luego a Astudillo. Cerca del mediodía los trasladan en avión al hospital de la base de Bahía Blanca, Rubén está vivo y la última que lo ve con vida es María Antonia Berger, a quien trasladan cerca de las 13.00; ella cuenta que no había perdido el conocimiento, que los escuchaba a ustedes inventando explicaciones de “intentos de fuga” y sabe la hora porque tenía un reloj delante de ella.

Ustedes mataron e hicieron desaparecer a los tres sobrevivientes de la masacre de Trelew, unos años después, cuestión de borrar cualquier intento de que la verdad de sus actos trascendiera.

Los diarios de la mañana del 22 de agosto dan cuenta de 15 muertos y 4 heridos. Ahora quiero que ustedes me contesten ¿quién le dio a las 12.55 un “tiro de gracia” a Rubén?, tal vez el doctor Louis, que firmó el acta de defunción donde figuran estos datos, recuerde lo que paso ese día. Los otros certificados de defunción empiezan a las 3.30 y siguen hasta la mañana. ¿Quién dio la orden, y por qué, de fusilar dos veces a mi marido?

Todo esto está en manos de la Justicia, hay testimonios, hay libros, la Historia se escribe a pesar de querer cambiarla, con la Verdad y la Memoria.

Ustedes tienen un pacto de silencio, de sangre, de muerte, por el cual niegan, mienten, se callan o se suicidan sobre los actos que cometieron, ustedes que tuvieron coraje y valentía para torturar, vejar, violar, matar, robar, quemar, lanzar al agua a Hombres y Mujeres Argentinos que no estaban de acuerdo con sus ideas y su accionar, ahora se callan.

El ejemplo que dan a la Historia y al pueblo argentino y del mundo es su cobardía. Morir moriremos todos, pero nos diferencia el orgullo que tenemos y que continuamos transmitiendo de generación en generación por haber tenido un familiar al que ustedes mataron por querer un país más justo y libre y solidario.

Sus silencios y mentiras hacen de ustedes lo peor que tuvo y tiene que vivir la sociedad argentina, ustedes siempre creyeron estar por encima de las leyes, del Estado de derecho, de la Justicia, se atribuyeron la capacidad de ser dioses que podían decidir sobre la vida y la muerte de sus compatriotas.

Ese pacto que continúan reivindicando los sitúa fuera de lo que se llama “Humanidad”.

A pesar de todo: Espero sus respuestas.

– Viuda de Rubén Bonet, fusilado el 22 de agosto de 1972 en la Base Almirante Zar.