carta (sobre la mesa) Nadie está excento de hacer pendejadas, y el sábado parece que me tocó en el sorteo un rol protagónico. Sencillamente me había hecho la idea de que existía una relación directamente cómplice entre mis ganas de estar con vos y la lógica de los relojes. 
Resultado: la realidad, que tiene pies de plomo, me puso rapidamente en mi lugar, con una soberana patada en el culo. Bien hecho. Todo un gesto de su parte. Si a esta altura del partido tengo que volver a descubrir que el tiempo no juega de mi parte, estoy muerto dos veces. Y antes de tiempo, cosa que no deseo en absoluto. 
Lo que sucede es que a veces uno se olvida de ciertos límites bastante precisos, lo sorprende el síndrome de las agujas que pasan, y libra batallas un tanto ridículas. Qué otra cosa te puedo contar? 
Yo lo unico que sé que el tiempo pasa rápido. Demasiado para mi gusto. Y hasta hoy no encontré mejor manera de frenarlo que mentir eternidades cuando miro, abrazo, acaricio, beso, cojo y le digo te quiero a una mujer que hace lo mismo conmigo. Eso me pasa hoy con vos. 
De todos modos no es una explicación que sirva para justificar pelotudeces. La bronca del sábado fué la última. No sé si …(imaginar gesto con, mano) 
La pólvora ya la inventaron los chinos, y la bautizaron tirándole un soberbio balazo a la idea de que la felicidad puede estirarse como un chiclet. 
Y vos sos demasiado linda como para que pierda más tiempo todavía en distraerme puteando al tiempo por avaro. 
Es como llorar sobre la leche derramada. Algo imperdonable. Para colmo, ciertas reglas del juego no pueden alterarse sin que uno se convierta en un tramposo; las del tiempo que vos necesitás, por ejemplo. Así que violín en bolsa, y que siga el baile con otra música. La de la realidad, que por mí puede irse a la concha de su madre, con orquesta y todo. 
Tengo ganas de verte. Un día, una hora, cincosegundosquese van volando. También sé que te quiero. Un día, una hora. 
Cincosegundosquesevanvolando…
Carlos Una anécdota, a modo de epílogo.
Domingo a la madrugada. 
Timbre. 
Abro. 
Una amiga, que me encuentra 
con las defensas algo bajas. 
(paréntesis) 
Domingo a mediodía. 
Nota en mi máquina de escribir, 
que transcribo textualmente: 
“grandísimo hijo de puta 
me encantó el amor de hoy 
pero me gustaría saber 
de pura curiosa que soy 
el nombre de la mujer 
que nos rondabas. 
Te dejé café preparado. 
Todavía seguís pensando 
en el fondito de tu alma 
que las mujeres tenemos 
un pelito de concha de 
boludas. 
En qué andás, ruvira? 
chau”…….. 
Decididamente, no se puede 
engañar a nadie. 
Tampoco me engaño yo mientras 
voy a la cocina, caliento café, 
espero, lo sirvo, fumo, sonrío 
me acuerdo de vos, maría.