SAN MARTIN, 31 de octubre de 1992

QUERIDA…:


Tu gestación comenzó en aquel enero de 1988, mientras nosotros soñábamos y deseábamos tu nacimiento.
Nos preparábamos con esmero para recibirte, y nos sentíamos muy unidos imaginando cómo sería tu cara y tu voz.
Rogábamos para que seas sana y fuerte, para poder enfrentar la lucha del desafío.
Finalmente en abril naciste, y te amamos inmensamente, gozábamos con el calor que nos dabas, y sufríamos con las penas, formamos una familia.
Cuando te estabas poniendo grandecita, una espada nos atravesó el corazón, dado que enfermaste y perdiste la vida de un miembro, todo tu cuerpo sufrió, y lloramos juntos.
Siempre nos sentimos muy orgullosos de vos, y nos gustó mostrarte como ejemplo, por tu sentido de responsabilidad, de respeto, de talento, de servicialidad. Cada miembro tuyo se formaba y te veias linda y armoniosa.
Vimos tu crecimiento, y como Jesús y su mamá la virgen María nunca dejó de acapararnos y protegernos.
Hoy nos sentimos un poco tristes porque culmina esta etapa en que “dejarás a tu padre y a tu madre…”, pero más nos sentimos felices porque serán más obreros para la VIÑA DEL SEÑOR.
Amada COMUNIDAD RAICES, gracias por aceptarnos, por amarnos, gracias por compartir con nosotros tantas horas de inolvidables vivencias, que nos ha dejado como resultado crecimiento y compromiso de llevar a cabo esta locura de “CAMBIAR EL MUNDO POR AMOR”.
LOS AMAMOS, COMO EL NOS AMO.

Dome y Raquel Niro