Ginebra, 11 de marzo de 1916 

Mi querido amigo:


Acabo de recibir tu carta. Te quejas de mi mutismo y sin embargo he contestado a todas las cartas que me has mandado. Supongo que mi última respuesta se habrá perdido en el Correo. 
Veo que estás entusiasmado con la segunda parte del Quijote, que por cierto aventaja de mucho a la primera. La trama es más variada, los protagonistas están mejor estudiados y contiene capítulos magníficos como aquellos en que describe el gobierno de Sancho en la ínsula de Barataria, la vuelta de Don Quijote a su aldea y su muerte. Yo creo que uno de los principales encantos del Quijote reside en el estilo y en el idioma. He hojeado hace poco una traducción francesa: no puedes figurarte la ñoñería infligida a la obra maestra de Cervantes. En cuanto a los “Capítulos que se le olvidaron a Cervantes” jamás los he leído y con la guerra resultaría muy difícil encargarlos de España. 
Por ahora estoy dedicado al estudio de la filosofía alemana: Schopenhauer y Hartmann ante todo. 
En el colegio sigo como siempre. He trabado amistad con dos muchachos: Stalkine, el primero, es ruso de Odessa, moreno, bajo y vivaracho; Michels, el segundo, es hamburgués, alto, largo, flaco, de pelo colorado, ojos azules acuosos y manos como garfios. 
Hemos tenido un tiempo muy frío últimamente, hasta doce grados bajo cero una mañana. Ha nevado bastante. Bueno che mañana me levanto a las siete. Son las once ya, te escribo esto sentado en la cama, con mi pupitre arrimado a ella. Adiós, saludos a tu distinguida familia. 
Tu amigo


Jorge Borges


Rue de Malagnou 17
P.D.: Te felicito por tu victorioso examen. Mi hermana —te acordarás- se empeña en escribirte. 
Recuerdos de Norah. Se acuerda cuando jugábamos con Parengo a los Pieles Rojas? 
  

Publicado en Cartas de un joven escritor, revista Ñ, junio de 2007


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