4 de diciembre de 1917


Mi querido amigo:


Acabo de recibir tu carta del 19 de octubre. Aquí en Ginebra todos andamos bien y seguimos arrastrando con más o menos paciencia nuestras vidas aburridas. Ayer nevó: hoy se está derritiendo la nieve y haciendo un barrial en las calles. 
Veo por tu carta que sigues esperando una “gran ofensiva” que concluya rápidamente con esta guerra. Esto me parece muy difícil en las condiciones actuales, cuando los combatientes se cuentan por millones. Es imposible destruir un ejército de dos, tres o cuatro millones. Si lo baten no tiene más que retirarse hasta encontrar terreno favorable para la defensa y ahí se atrinchera. Si un ejército tiene disciplina y ametralladoras y alambre de púa y pala para cavar trincheras nadie lo aniquila. Y si el país es bastante grande y el ejército bastante numeroso la maniobra de ataque adverso, retirada y atrincheramiento unos kilómetros más atrás puede continuar años y años. 
Yo empiezo a creer más y más en la posibilidad de una revolución en Alemania. No sé si el pueblo alemán está listo para ello. Sin embargo alguno acontecimientos recientes, la tentativa de sublevación en la flota, los motines en Berlín y el magnifico ejemplo de la Revolución Rusa me dan esperanza.
Yo deseo esta revolución con toda mi alma. 
Puedo asegurarte que la juventud intelectual alemana saludaría esta revolución con entusiasmo. 
He leído últimamente gran cantidad de libros, publicaciones y revistas firmadas por los escritores jóvenes de Alemania. Todos ellos, Johannes V. Becher, Franz Plemfert, Otto Ernst Herre, Max Pauluer, Gustav Meyrink, Franz Werfel, Harendever y otros muchos, son tan enemigos del militarismo como tú y lo declaran abiertamente. 
Ya que tratamos temas literarios te pregunto si no conoces un gran escritor argentino, Rafael Barrett, espíritu libre y audaz. Con lágrimas en los ojos y de rodillas te ruego que cuando tengas un nacional o dos que gastar, vayas derecho a lo de Mendesky —o a cualquier otra librería— y le pidas al dependiente que te salga al encuentro un ejemplar de «Mirando la vida” de este autor. 
Creo que ha sido publicado en Montevideo este libro. Es un libro genial cuya lectura me ha consolado de las ñoñerías de Giusti, Soiza O’Reffly y de mi primo Alvarito Melián Lafinur.
Vengo de dar una vuelta por el centro y vuelvo impresionado como siempre por la extraordinaria fealdad de las muchachas suizas. Tienen las caras llenas de pecas, son muy cursis, tienen manos y pies gigantescos y como nunca se lavan y están sudando de patearla todo el día, tienen un olor que apestan. Da gracias a Dios que no vives en Ginebra.
Yo ya no voy más al Colegio y me estoy preparando a dar dos años en uno para acabar ligero. 
Tomo lecciones particulares en un Instituto cerca de casa. Me estoy volviendo muy haragán y tengo un odio profundo a ese farsante de Cicerón y a las raíces cúbicas algebraicas. 
Bueno, adiós y saludos a tu distinguida familia. 
Farewel, oh my brother!


Jorge Luis Borges


-CHAU-

Publicado en Cartas de un joven escritor, revista Ñ, junio de 2007


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