25 años después

José Luis no llegó ni antes ni después de ésta, su última carta. Se quedó allí, en las Malvinas, y hoy es una de las tantas cruces de argentinos en el cementerio de Darwin. 
Hoy ni mi mamá ni mi papá están con nosotros. Se fueron con él, demasiado pronto, demasiado jóvenes, ya que no pudieron soportar una ausencia tan larga. 
José Luis, mi hermano, no quería ir a la guerra, no quería ponerse la ropa de combate, camuflarse, matar gente… No quería pelear con un enemigo que escuchaba la misma música que él: Queen. No quería ser -como fue su destino- «un héroe de Malvinas». 
José Luis, a sus 19 años, estaba iniciando la carrera de Ingeniería Aeronáutica en la Facultad de Ingeniería de La Plata. Quería ser un profesional, formar una familia y vivir la vida que Dios le había dado en esta bendita tierra. 
Pero, lamentablemente, en el año ’82 el presidente de aquel entonces y el patriota de ciudad -al cual vos te referís en la carta- invadieron las Malvinas y fueron de celeste y blanco a la Plaza de Mayo. Ellos, los patriotas de ciudad y su presidente, les gritaron a los ingleses «si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla’ pero lógicamente desde Buenos Aires, bien lejos de la guerra. 
Ese patriota de ciudad fue exitista al comienzo del conflicto, pero una vez que se perdió la guerra, les dio la espalda a los ex combatientes en su vuelta al continente, porque no podía aceptar la derrota. Fue por eso que se sentó delante del televisor a ver el Mundial de España ’82, ya que para él Malvinas había terminado, mientras vos quedabas tirado bajo un desolado manto de nieve y nosotros te buscábamos durante un año, por nuestro país y por el mundo sin saber qué había sido de vos. 
Tu patriota de ciudad, José Luis, hoy sigue caminando por las calles que vos y tus compañeros caídos no pueden caminar, y sigue poniéndose la escarapela bien grande para todas las fechas patrias, aunque aproveche ese día para tomarse un fin de semana largo de descanso. 
Tu patriota de ciudad llena un lugar en los palcos oficiales, en las calles, para repetir una vez más, en estas fechas, que las Malvinas son argentinas y cantar el himno bien fuerte, especialmente la parte que dice: «. . . con gloria morir», siempre y cuando no le toque a él, porque él debe seguir siendo un patriota. Asimismo, el cobarde indolente y mariquita de uniforme bien planchado que te mandó al frente con hambre y frío, mientras él planeaba desde su bunker con calefacción y buena comida cómo vos tenías que resistir en una trinchera, hoy -ese mismo criminal- está entre nosotros, condecorado como un valiente. militar. 
Gracias a vos y a tus compañeros hoy vivimos en una democracia que nos permite decir lo que en la guerra y en el regimiento no podías manifestar, pero lo sentías. 
Hermano, debo decirte la verdad: lamentablemente tenías razón, tu patriota de ciudad no te respetó, te mandó a la guerra y te olvidó. 
Los únicos que te respetamos, que te queremos y no te olvidamos somos tu familia, tus amigos y tus compañeros, «los soldados ex combatientes» que sufrieron y sufren al patriota de ciudad igual que vos. 
Quedate tranquilo, para nosotros también estás, siempre, siempre, en nuestro pensamiento y en nuestro corazón.

Juan José del Hierro

Publicado en el diario Perfil de Buenos Aires el 1ro. de abril de 2007