Londres, 16 de abril [de 1856]

Anteayer se celebró un pequeño banquete con motivo del aniversario de «People’s Paper». Esta vez acepté la invitación, pues me pareció oportuno, con mayor motivo por haber sido yo el único (así lo comunicó el periódico) invitado entre toda la emigración. Me correspondió pronunciar el primer brindis. Brindé por la souveraineté du proletariat dans tous les pays(soberanía del proletariado en todos los países). Hice un pequeño speech en inglés, sin embargo, no pienso publicarlo en la prensa. El objetivo que me proponía ha sido logrado. El señor Talandier, que tuvo que pagar por su entrada 2,5 chelines, así como el resto de la banda francesa y demás emigrados, se han convencido de que nosotros somos los únicos aliados «íntimos» de los cartistas y que si nos abstenemos de manifestaciones públicas y dejamos a los franceses coquetear con los cartistas a la vista de todo el mundo, podemos en cualquier momento volver a ocupar el lugar que ya nos corresponde históricamente. Ello se ha hecho tanto más necesario porque en el mitin del 25 de febrero, presidido por Pyat, el ( old boy ) iletrado alemán Scherzer hizo uso de la palabra y, con un espíritu de espantosa limitación gremial, denunció a los «sabios» alemanes, a los «trabajadores del cerebro», de que han abandonado a los iletrados y les han constreñido a cubrirse de vergüenza ante las demás naciones. Tú, claro está, conoces a Scherzer ya de París. He vuelto a ver unas cuantas veces al amigo Schapper y lo he visto en el papel de pecador muy arrepentido. La vida cerrada que lleva en los últimos dos años parece haber ejercido una influencia bastante benéfica en sus facultades mentales. Comprenderás que, por si acaso, siempre vale la pena tenerle a mano; más importante aún es arrancarle de la influencia de Willich. Schapper está ahora muy furioso contra los alcornoques de Windmill Street.

Pasaré tu carta a Steffen. La carta de L. deberías quedártela. Puedes hacer lo mismo con todas las cartas cuya devolución no te pida. Cuanto menos vayan danzando por correos, tanto mejor. Estoy de completo acuerdo con tu juicio acerca de la región del Rin. Lo fatal para nosotros es que, avizorando el futuro, veo asomar allí algo que huele a «traición a la patria». Del giro que tomen las cosas en Berlín dependerá el que nos veamos o no en una posición similar a la de los del Club de Mainz en la vieja revolución. Ça sera dur . ¡Nosotros conocemos bien a nuestros bizarros hermanos franceses del otro lado del Rin! En Alemania todo dependerá de la posibilidad de respaldar la revolución proletaria con alguna segunda edición de la guerra campesina. Entonces todo saldrá a pedir de boca…

Publicado en C. Marx y F. Engels (1974): Obras Escogidas, en tres tomos , Editorial Progreso, Moscú, tomo I.


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