Leandro, hijo mío: 

Antes de alcanzar la edad que ya tienes ahora, ya eran muchas las amarguras y vicisitudes que debí sufrir para formarme un hombre útil a la sociedad en cuyo seno he vivido combatiendo con los nobles afanes de su constante perfeccionamiento. Esta conducta, como digo arriba, me ha deparado muchas amarguras, pero he preferido siempre la línea recta, cualquiera fuesen los sacrificios o las injusticias a afrontar.
Sigue mi ejemplo, Leandro. No antepongas nunca los intereses pequeños o personales a los altos enigmas patrióticos y no abandonando jamás la línea recta que yo seguí en mi azarosa existencia, habrás rendido el mejor homenaje a mi memoria.
Te doy un beso en la frente para que la conserves pura. Esa es tu herencia.

Extraído de Ricardo de Titto, Cartas Póstumas, Buenos Aires, editorial Norma, 2009.