Queridos amigos:


Les ruego se hagan cargo de la cremación de mi cadáver.
Deseo que no haya acompañamiento público, ni ceremonia laica religiosa alguna, ni acceso de curiosos y fotógrafos a ver el cadáver, con excepción de las personas que ustedes especialmente autoricen.
Si fuera posible, debería depositarse hoy mismo mi cuerpo en el Crematorio e incinerarlo mañana temprano, en privado.Mucha gente buena me respeta y me quiere y sentirá mi muerte. Eso me basta como recompensa.
No debe darse una importancia excesiva al desenlace final de una vida, aún cuando sean otras las preocupaciones vulgares.
Si ustedes  no lo desaprueban desearía que mis cenizas fueran arrojadas al viento. Me parece una forma excelente de volver a la nada, confundiéndose con todo lo que muere en el Universo.
Me autoriza a darles este encargo el afecto invariable que nos ha unido. Adiós.

Lisandro de la Torre

Publicada en Mi país, tu país, Otras vidas argentinas, Bs. As. Ctro. Editor de América Latina, 1971