Buenos Aires, julio 1 de 1811

Mi amado Moreno de mi corazón: me alegraré de que estés bueno, gordo, y contento, yo, tu hijo, y demás familia quedamos buenas a Dios gracias; esta mañana estuvo don Alejandro el viejo, a decirme si quería escribirte, para mí no hay oferta más agradable que ésta, y así quisiera que todos los días hubiera proporción, para hacerlo, y te he escrito tantas cartas que si las recibes todas quizás te incomoden y te canses de leer tanta majadería, pero si me amas lo mismo que antes las leeréis con gusto y conoceréis que tu mujer es la misma y que ni la distancia ni nada de este mundo será capaz de que yo deje de querer a mi Moreno más que a mí misma.

Ha ocho días que llegó la mujer de Pérez sin que él lo sepa hasta que estuvo en el Luján, trae dos hijitas, fui a visitarla con Micaela, me hizo mucho cariño, me ha dado ganas de hacer lo que ella ha hecho, pero me contienen muchas consideraciones y la principal es saber que vos no aprobaréis cosa que haga sin tu consentimiento, pero a la hora que yo vea que te has olvidado de mí, o no me escribas a menudo y tu ausencia sea muy larga, cuando menos lo pienses me tienes a tu lado, y así ve de hacerme llevar, o verte pronto, porque de lo contrario no es vida la mía sin vos; nuestro Marianito está en libro de corrido, se acuerda mucho de vos y te extraña más todos los días, con que mi querido Moreno ven pronto, si no lo queréis hacer por mis ruegos hacedlo por nuestro hijo, y acuérdate de las promesas que me hiciste antes de embarcarte, no te dejes engañar de mujeres mira que sólo sois de Mariquita y ella y nadie más te ha de amar hasta la muerte; otra no te servirá más que de apartarte de la gracia de Dios, de mí, de tu hijo y de hacerme infeliz para toda mi vida, y de que yo no tenga el consuelo de decir que mi Moreno desde que nos casamos no ha querido más mujer que la que Dios le ha dado: y no te enojes, mi querido Moreno, de mis recomendaciones.

Esta tarde han echado bando para que ningún europeo salga de las siete de la noche en adelante, y que al primer tiro de cañón asistan al Fuerte o a los cuarteles, todos; los Patricios dicen que Elío se ha avistado a la Ensenada con ochocientos hombres de desembarco, yo a lo que temo es a las bombas, Dios les dé acierto a los nuestros. Nos han dicho que Balcarce, el de la expedición, ha renunciado, y Salinas también; me ha dado mucho dolor de dientes, y por eso dejo de escribirte más largo, recibe memorias de tu madre, Marianito, hermanas, la Marcela, y demás familia, y dáselas a Manuel en nombre de todas, y no dejes de escribirme, ni te olvides de mí, tu mujer que verte desea.

María Guadalupe Moreno .