Mi hermano te llevará esta carta. Siento por él todo el amor y confío en que él gozará asimismo del tuyo: lo merece. La naturaleza le ha dado un carácter dulce y plenamente bondadoso; tiene toda clase de buenas cualidades.

Escribo a Barras para que lo nombren cónsul en algún puerto italiano. Quiere vivir con su mujercita lejos del tumulto de los asuntos políticos; te lo encomiendo.

Tengo tus cartas del 16 y el 21. Muchos días no escribes. ¿Qué haces entonces?

No es que esté celoso, amor; es que a veces me preocupo.

Ven pronto. Te lo advierto, si tardas, me encontrarás enfermo. El cansancio y tu ausencia son demasiado.

Tus cartas son la alegría de mis días, y mis días de felicidad no abundan.

Junot está camino de París con veintidós banderas. Tienes que volver con él, ¿me entiendes?

Pena desesperada, tristeza inconsolable, desdicha sin fin si tengo la desgracia de verlo regresar solo.

Mi amiga adorable, él te verá, respirará en tu sien; quizá le concederás el don único y perfecto de darte un beso en la mejilla, y yo estaré solo y lejos, muy lejos.

Pero vendrás, ¿verdad? Estarás aquí a mi lado, en mis brazos, sobre mi pecho, contra mi boca.

Apresúrate y ven, ¡ven! Pero viaja con cuidado. El camino es largo, malo, cansado.

Imagina que tuvieras un accidente o cayeras enferma; imagina el cansancio… Ven con cuidado, mi adorable amor; pero pienso en ti a menudo.

He recibido una carta de Hortensia [hija de Josefina, que se casaría con Luis, uno de los hermanos de Napoleón, futuro rey de Holanda]. Le escribiré. Es de lo más encantadora. La amo y pronto le enviaré los perfumes que quiere.

Lee con atención «Carthon», el poema de Ossián, y que duermas bien y feliz, lejos de tu buen amigo pero pensando en él.

¡Un beso en el corazón y otro más abajo, mucho más abajo!

B.

No sé si necesitas dinero, nunca me has hablado de tus asuntos comerciales. De ser así puedes hablar con mi hermano, que lleva 200 luises míos.