Octubre 15- 1959.
Elba: 
Acabo de cenar. Este es el único momento del día en que goso de un poco de tranquilidad. Los parientes que suelen frecuentarnos ya se han ido. Mi primo -de quien ya hemos hablado- ha jugado un rato conmigo y ahora la madre ha venido a buscarlo. Mi madre y yo nos quedamos solos. Charlamos un rato (nuestras conversaciones arrastran consigo el peso de una ausencia) y recién ha venido nuestra vecina del “B” para invitarla a ver un programa de televisión. (Nuestro aparato con motivo de su prolongada inactividad está en reparaciones.)
Nada mejor por lo tanto que sentarme a la máquina para reanudar nuestro viejo diálogo. La máquina -lo notarás- no es la misma de cartas anteriores. Este es un regalo de mi tio, el que tiene un hotel en Mar del Plata. Estoy tan agradecido con él que en tren de retribuciones le he enviado todos mis discos. El en un tiempo estuvo interesado en varios de ellos. Se los he regalado porque, entre otras cosas, en casa ya no habrá de escucharse sino cierto tipo de música. La verdad es que ya no me atraía más la música de calidad. Me he quedado con los discos de 30 centímetros y con la Quinta Sinfonía de Beethoven (long playing. Recientemente he comprado, también de él, la Séptima Sinfonía.
En estos últimos días he escrito una barbaridad. Escribo generalmente desde medianoche, hasta las 2 o 3 de la madrugada. En “Rosicler” me han pedido una cinenovela larga, para publicar en dies números. Ya la he terminado y se las he remitido. Se titula “Las bajas pasiones”, un título tal ves demasiado ambicioso. No es una historia romántica ni mucho menos. Es más bien una historia de ternura, y me salió tan redonda que mis amigos y la gente de la editorial se han sorprendido de que yo, habitualmente “cruel” con mis personajes, haya producido semejante cosa. Trata sobre el secuestro de un niño y la ulterior simpatía que éste despierta en uno de los raptores. Tiene 300 cuadros y se publicará en episodios de 30.
He enviado cinco cinenovelas a “Idilio”, una de las cuales ya está filmándose. He escrito un cuento largo para Claudia, pero ahora me enteran que han comprado a Somerset Maugham dies cuentos suyos en 700 dólares. De manera que este cuento he de colocarlo en otro sitio. 
“La noche tiembla” me ha reportado muchas satisfacciones. Las chicas de la Caja de Ahorro que hasta ahora no habían reparado en mis dotes de escritor, me han “descubierto” y ahora soy algo asi como un tipo de moda. (Quieras o no creerlo, la huelga, la desgracia familiar y estos atributos literarios me han elevado entre la gente joven y hasta goso de cierto misterioso prestigio. Todo lo cual hace que los jefes se malquisten todavía un poco más.)
Mi relación con la gente de “Vea y lea” se ha enfriado un poco a raiz de ciertas críticas que formulé personalmente en la redacción de la revista. El jefe de redacción me preguntó que tal veía su revista. Yo le reproché su tendencia a lo chabacano, su poca inquietud por temas que urge tratar, su proclividad por asuntos frívolos y tontos. Le hablé de la poca responsabilidad que entrañaba dedicar cinco o seis páginas en pésimas fotografías sobre Marlene Dietrich, dos o tres páginas en estrenos cinematográficos que jamás tienen efecto y la sección “Libros que viven”, al estilo Readers Digest, en los que se logra únicamente asesinar a la obra, privándola de estilo y limitándose a relatar la historia como si fuera una aventurita cualquiera. (por ejemplo, es inconcebible lo que han hecho con “Demián”, de Hesse). Elogié a Jutronich, un ejemplo de contracción periodística, y censuré a María Luisa Alvaro (la traté de torpe, aun sabiendo que es amiga de los empresarios) a quien considero una cuentista ramplona, sin inquietud ni vuelo. 
Cuando terminé de hablar, Roberto Marazzi, que había ido conmigo, me miraba asombrado. Después nos reíamos juntos. El jefe de redacción no atinó a rebatirme nada. 
He ido a ver nuevamente algunas películas de Bergman, cuyo ciclo están proyectando en el cine Lorraine. Esta semana veré “Noche de circo”, una de las más grandes obras cinematográficas que recuerdo. El ciclo ocupa todo el mes de octubre y abarca toda la producción del genial Ingmar Bergman. Vale la pena saborear otra vez películas como “Juventud, divino tesoro” o “Hacia la felicidad”, las que después de mucho tiempo me han vuelto a parecer estupendas y me reconcilian con el boletero. (Platea $15,- ; la mitad de lo que costó “Europa de noche”.)
Ana María Ponce ha estado en Buenos Aires y me he hecho de unos ratos para estar con ella. Me ha traído parte de su producción, la que en general parece buenísima. Es una chica de indudable talento, a la que quiero ayudar, porque creo en su capacidad y en el cariz que le ha dado a su literatura. No escribe bobadas como yo, sino que compone piezas de verdadera esencia artística. 
Hemos ido a Nuevo Teatro a ver “La familia Lenoir” y nos hemos divertido muchísimo con la mordaz agudeza de Armand Salacrou.
Naturalmente que no tienes necesidad de protocolo para pedirme que vaya a la Librería del Colegio a encargar los libros que les están haciendo falta. Me falta tiempo, es cierto, pero considero que no es perderlo cumpliendo un cometido tan importante como ese. Mándame la lista de tales obras y la dirección a la cual deben ser remitidas. Si es posible, remíteme el dinero por la misma vía que yo te mandé el vuelto. Es decir, por intermedio de un bono de ahorro, que, de no mediar inconvenientes, emiten en cualquier correo. (Te ahorras la comisión y a mí me resulta de muy fácil canje.)
Favor por favor… aquí yo te pido uno. Unos amigos han formado un elenco de teatro vocacional para intervenir en un concurso de autores noveles que organiza la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Quilmes. Me han pedido una obra breve, en un acto, y yo pensaba darles “El horizonte es curvo”, pero resulta que me he quedado sin copias. Y lo cierto es que, salvo tú, no sé bien cuál es el paradero de las otras que hice. (A Marazzi, a quien le dí una, es imposible reclamársela: él la ha vuelto a prestar y ahora ha perdido su rastro.) Si tú la conservas todavía, te agradecería me la incluyas en tu próxima correspondencia. 
Me preguntas si el recorte de qué hablo en el cuento “A Mary” existió realmente. Si, aclaro: en el mismo cuento aludo al número de la revista en que apareció.
El teatro “Fray Mocho”, para beneplácito de los amantes de la vanguardia literaria, ha vuelto a habilitarse. En cuanto pueda iré a ver “ Historia de mi esquina”. 
En “Gaceta Literaria” leí un meduloso estudio sobre mordazas ideológicas que me pareció lo mejor de la revista. Se titula: “Los nuevos inquisidores”.
“Los tramposos”
Tú me preguntas cuáles son los puntos en que no coincidimos. Bueno… eso es lo que se trata de ver. En principio, hablemos de la moral de esos personajes. Hasta qué punto son tramposos? No hasta donde cree la generalidad de la gente. Trampean en cuanto a formas, pero son bien sinceros y juegan las verdaderas cartas cuando deciden dar rienda suelta a su necesidad de sexo. Estimo que el cinismo que reverberan en producto del medio que los prohija, pero que la naturaleza espiritual de ellos se mantiene incólume a través de las deformaciones a que se las somenten. Yo me he identificado en el personaje del muchacho chantagista (el que va en busca del gato -no para salvarlo, porque odia a los gatos- sino para darle un pequeño sentido a su vida) y me descubro detrás de su máscara de maneras raras. 
Tú no pensarás como yo respecto de los acuerdos entre Pascale Petit y sus amantes. Tal vez la censures, pero no por los motivos que yo la censuro. 
Me gustaría que me hables sobre ésto: es razonable que Pascale Petit actúe asi de tranquilamente ante hombres que la desean y que a su vez desea?
(La pregunta va premeditadamente dirigida hacia una persona que no piensa como yo, que es más o menos tradicionalista en cuanto a estas cuestiones y que aun piensa en la gravedad de ciertos actos que, si bien contrarían nuestra domesticada conciencia, satisfacen la apetencia natural y lógica de nuestra personalidad de entes humanos, no me equivoco, verdad?
Cordialmente
Norberto