Agosto 17 – 1957
Elba:
Cualquiera puede creer que nosotros nos pasamos el tiempo exagerando. Es cierto que muchas veces uno se deja llevar por el entusiasmo que provoca el conocimiento de un mero amigo, pero yo soy escasamente temperamental e insisto en creer que no hubo exageración de mi parte. Me gusta presagiar e incluso he experimentado satisfacciones al constatar la veracidad de ciertas profecías. Claro que me equivoco y bastante. Pero pienso que en general sé medir a la gente que me rodea.
Me dices que lo primero que advertiste en mí, aquella noche de Mar del Plata, fué mi seriedad. Ya decía yo que parezco mucho más serio de lo que soy; en realidad lo que pasa es que soy tímido. (Eso de ponerme a conquistador callejero estaba bien para las épocas en que ustedes se dignaban arrojar un pañuelito al suelo y entonces iba uno y… blablabla.) La verdad es que nunca – excepto cuando tenía quince años y fumaba – perdí tiempo en seguir chicas por la calle porque me daba la sensación de que eso era mendigar, hacer el tonto papel de pordiosero de lo que realmente debería ser acercamiento mutuo, comunión de sentimientos. (Recuerdas lo que decía Eva, la madre de Demian?)
Pero en tren de ser crudo justifico a quienes persiguen a las señoritas por las calles, haciéndoles de furgón de cola, porque muchas veces lo que menos le interesa a uno es el otro yo de las mujeres, sino el yo que ajustan debajo del suéter.
También encuentro aceptable que una amiga tuya esté enamorada de un hombre casado. No te olvides que el hombre casado sigue siendo agradable si antes lo fué, y hasta más interesante; y cualquier mujer puede entenderlo así y desearlo. Lo que no entiendo bien es eso de que “anden de novios.” Si andan de novios es lo que entienden los de la acción católica o los demócratas cristianos, entonces son dos tarados sin aura. Pero hay maneras de “andar” y uno no es quien para meterse en la vida ajena.
El asunto “prejuicios” me daría tema para escribir largo y tendido. Por principio, me dan lástima los que caen en los dos extremos: los prejuiciosos y los desprejuiciados (sobre todo “las” y “las”); los primeros repugnan con su estúpido sentido de lo que es la moral, de la que tienen un concepto anquilosado; los segundos porque a la postre resultan un pléyade de desvergonzados sin el más vago respeto por la ética.
En cuanto a tus prejuicios… ejem!, me gustaría hurgar un poquito a ver que sucede dentro de las meninges.
Tampoco creo en el amor a primera vista, al que considero un invento de este siglo apurado, tanto como el ban automático, el aparato traganíqueles, el cine continuado, etc., etc.
Y ya que hablábamos de viajes, te diré que he comenzado a ahorrar con miras a mis próximas vacaciones. Ultimamente me he descapitalizado terriblemente porque he comprado algunos artefactos de uso doméstico que espero alivien a mi madre del duro trajín de ama de casa. Ella tiene 46 o 47 años y ya es hora de que su tarea sea menos muscular.
Quizá viaje a Mar del Plata en octubre por razones de familia. Me acompañaría Néstor con su motoneta, que cargaríamos en el tren y usaríamos para ir a Tandil. (Ese es el país que tengo más ganas de visitar)
Me tranquiliza que Su Majestad la reina de Jara haya rectificado su concepto anterior acerca del “candidato a marido.” Sus nuevas palabras han restituído la buena fe de este honrado súbdito que paga los impuestos y le juró fidelidad.
Lo cierto es que el matrimonio sigue siendo todavía el trampolín de lanzamiento de las nuevas generaciones; institución que asegura la perpetuidad de la especie. En mi concepto – y me gustaría saber el tuyo – es una sociedad de bienes endebles cuyo peligro a la quiebra es cada vez más notorio. Pero al mismo tiempo es lugar de confluencia de los sentimientos que rigen al hombre en función de ente social.
Schopenhauer estaba en contra del matrimonio; decía que era una trampa y que el hombre no debería someterse a semejante artificiosidad. Tiene razón; yo arreglaría ésto legalizando la poligamia, con lo cual se acabaría el tedio familiar, la rutina, el fantasma de los celos y tantas otras confituras baratas. Y teniendo en cuenta que amar es aceptar compartir una vejez (según Albert Camus), decretaría que los matrimonios quedasen nulos apenas uno de sus componentes cumpliese cuarenta años. Y por último habilitaría el Asilo para Niños de Padres Cuarentones, ya que al anularse el lazo matrimonial las partes no tendrían obligación de cargar con sus pequeñas consecuencias.
Si se te ocurre alguna idea mejorando este proyecto comunicámela urgentemente pues pienso elevarlo a la junta consultiva, ni bien entre en funciones otra vez.
He visto una película que me gustó y que seguramente a tí te gustará más todavía: “El ciclo fué testigo”, con Deborah Kerr (en mi opinión el mejor rostro que dió el cine). Ví además “Delito en la isla de las cobras”, hecha con absoluto criterio comercial, y “Una lección de amor”, sueca, dirigida por Bergman.
Pienso asociarme al Cine Club Argentino y aprender a filmar y ver películas y asistir a las conferencias sobre arte que allí se dictan. Además proporcionan equipos para que uno pueda filmar.
Esta noticia te hará poner contenta: me van a filmar “Sin amor.” He visto el guión y conversado con el director. Durará 35 minutos.
Te voy a recomendar un libro divertidísimo, “Los seres queridos”, de Evelyn Wangh. Es un escritor que habla de las cosas más repugnantes con un candor y una suavidad encantadoras.
Querida Elba, quiero participarte, de la alegría que experimento, al sostener contigo esta comunicación que sin duda habrá de prolongarse y mejorarse en lo sucesivo, máxima existiendo la posibilidad de que nos encontremos en un futuro no tan distante y que se me ocurre promisorio. Pretendo imaginar que tú también así lo eres y que guardas la misma expectativa que yo por develarlo.
Cuéntame que tal te fué en Ayacucho.
He releído la carta y espero que interpretes con el humor con que fueron dichas algunas cosas del comienzo.
Deseo también que hayas esquivado la gripe (eso es ser “snob”; ahora a todo el mundo se le da por tener gripe).
Cariñosamente
Norberto.