Enero 24 – 1961
Elba:
Perdonarás que haya demorado tanto tiempo en responderte. Vos querrás saber qué demonios pasó con esos libros que me pediste. Ocurrió que a poco de recibir tu carta, desglosé el papel en que indicabas el pedido y -un poco por comodidad y otro poco por la bendita «fiaca» criolla- se lo pasé a un cadete de la editorial para que fuera con el a El Ateneo e hiciera el encargo. El chico volvió diciéndome que había dejado la listita a un empleado porque algunos de los libros no estaban allí pero trataría de conseguirlos. Volvió dos o tres veces, dejando pasar tres o cuatro días cada vez, y ahora me dice que el empleado perdió el papelito. Yo hablé por teléfono y, entre evasivas y ambigüedades, parece que el asunto sucedió así nomás. Lo lamento mucho, Elba. No quiero abundar en excusas. Yo pude ocuparme personalmente del asunto, aún cuando en estos días ando en unos apuros bárbaros. El 4 parto para Brasil y por dejarlo todo para el final todavía tengo que arreglar mi visación en la embajada y el pasaporte policial. Los trámites no son muy engorrosos, pero generalmente hay que hacer mucho «amansadora».
Y no sólo eso: trabajo de sol a sol para reunir una cantidad de dinero que me permita moverme en Rio sin riesgos eventuales. Según me dicen allá se come muy mal y muy caro. Además, como permite la aduana argentina introducir artículos por valor de 150 dólares, pretendo traerme algunas cosas que allá están más baratas (una cámara fotográfica, por ejemplo).
Estaré diez días en Río y 4 en San Pablo. De allí volveré en avión. En la embajada, por mi carácter de «periodista» tal vez consiga un viaje a Brasilia.
No iré solo, me acompañará Lydia, que obtuvo de Damas y damitas el título de «enviada especial» al carnaval carioca.
Me gustaría responder al «soberano bochinche» (no es para tanto) que puntualizas en tu carta. Lo haré brevemente.
1°) Agradezco reconozcas en mí tanta sinceridad. Decía que «el 98% de tu afecto hacia mí reside en esa cualidad». Gracias, aunque creo que esa sinceridad va a ser contraproducente.
2°) Explicás qué siento con respecto a nuestra amistad. Eso es importante. Comprendé que la amistad no admite dualidades y que frente a la aparición de nuevos amigos es inevitable ser injusto con las viejas. Uno no puede profesarse íntegramente a dos o más personas, sobre todo de sexo opuesto.
3°) Me preguntás si me siento tan amigo tuyo como en los primeros tiempos. De acuerdo a lo que dije antes la respuesta es no. La verdadera amistad implica 100% de entrega. Yo no puedo ser 100% amigo de dos personas, de dos mujeres, si pretendo ser realmente sincero -amigo- de ambas. Nosotros seguimos manteniendo la misma afinidad, pero sucede que si a esa afinidad se abonan otros valores, uno se siente más vinculado a esa persona. Nuestra amistad ha sido parcial en cosas fundamentales. No nos hemos escapado de lo puramente intelectual, cosa que no es achacable sólo a la distancia, sino, más que nada, a mi naturaleza afectiva apenas de a ratos.
4°) Lamento responderte tan «periodísticamente» a tema tan humano. Me decís que lloraste ante la confirmación de supuestos pesimistas. Eso te pasa por ser optimista. Yo nunca alenté esperanzas que fueran más allá de la amistad misma.
Recuerdo haberme reprochado varias veces que te estaba «haciendo perder el tiempo». En general jamás alenté esperanzas con ninguna mujer. Ojo: ningún tipo de esperanzas. Dejé siempre que las cosas sucedieran… No compré amores ni engatucé a nadie. Alguna vez habré merecido el mote de imbécil, pero te aseguro que esta filosofía reserva pocas pero grandes satisfacciones.
5°) Gracias de nuevo por tu recuerdo hacia mi persona, aún durante tus salidas con muchachos. Sigo creyendo que estas cartas te han producido el «mito Norberto». En Tandil deben haber muchos hombres más o menos normales como yo.
6°) Tu despedida es demasiado triste. Además, no hay por qué despedirse. No somos chicos para comportarnos como personas de cinenovela. Algún día, cuando puedas escucharme con la necesaria serenidad, te he de contar algunas cosas que quizá puedan contribuir a zafarte del bochinche. La experiencia ajena tal vez sirva para algo esta vez.
Estimada Elba, será posiblemente hasta mi regreso de las «favelas». Comentame en tu próxima carta que te ha parecido mi último cuento en «Vea y lea».
De Dhers no he vuelto a tener noticias. Qué le pasa? Está enojado? (Parece que Tandil ha hecho un frente en contra de N.A.F.)
Mandame de nuevo la lista de libros. Perdoname, de veras.
Saludos a tu madre y a Emilse.
Ya te haré la crónica de lo que es Río y su gente.
Hasta pronto.
Norberto