Febrero 25- 1960.
Elba: 
Un poco más habituado ya a esta nueva función, sin tanto susto como en los primeros días, encuentro un rato de tiempo y de tranquilidad (el mundo de las redacciones se parece bastante al de un manicomio) para escribirte y charlar un poco de todo aquello que nos es común.
Esto que hago aquí en Vea y Lea no es un trabajo. Aquí uno viene a charlar, a leer, a escribir unas líneas y -lo más difícil- a juzgar. Es notable cómo la propia personalidad de uno pasa a ser en parte la personalidad de la revista. Aspiro, en la medida que mi intervención sea más influyente, a plasmar aspectos que yo estimo constitutivos de la formación cultural del público. Tropiezo con la importancia que el director y el jefe de redacción atribuyen al material de carácter frívolo y que hacen, es evidente, al éxito comercial de la revista. Hay público, aunque vos no lo creas, que compran “Vea y lea” para saber tonterías como ésta: Cuál es la mujer más elegante del mundo (que no es más elegante que muchas de las que yo conozco) y qué opina Jaime de Borbón sobre los rumores que le endilgan no sé con qué fulana. Estas dos notas van en el próximo número y ocupan series o siete
valiosas páginas de la revista.
He influído en la publicación de “Cirios rojos” (Libros que viven), que me parece un cuento magnífico. De esta manera, publicando obras breves (y no condensadas a la usanza del Readers Digest) espero reivindicar a esta sección que a mí me parecía abominable. He hecho varias crónicas de “Estante de librería” e insistí ante el jefe de redacción para que se incluyera un reportaje a un pueblito humahuaqueño, Iruya, que creo trae el auténtico sentir de lo provinciano. Al fin y al cabo, hasta le dedican la portada a este articulito.
Me he leído todos los cuentos policiales con que contamos y realmente el material es de ínfima calidad. Me he relacionado con colaboradores e incluso, contrariando las normas de la casa, les he escrito cartas a aquellos que yo creo se debe estimular. (Cuántas veces yo esperé un par de líneas como las que yo ahora mando, para sentirme un poco menos náufrago!)
En suma: creo estar en algo que se identifica con mi manera de sentir la vida, moviéndome en función de anhelos, yendo hacia ellos, encausándolos. Esto es tan complicado que me parece un verdadero triunfo haber conseguido dar este pasito, desvinculándome de la Caja de Ahorros, de las fichas, de los libros de contabilidad, para dedicarme a algo que en bastante se parece a lo que yo tenía pensado hacer.
No te sientas cohibida por este “fenómeno” que me ubica en un plano tan distinto, porque yo, yo, Yo, sigo siendo el mismo tipo más o menos chiflado que vos ya hace tiempo conoces. Mi vanidad exige un precio mucho mayor que éste para manifestarse.
¿Así que pornográfico, eh? No puedo ocultar mi decepción por ese juicio que te mereció mi cuento “El machito”. Demás está decir que no voy a cometer la idiotez de ponerme a discutir este tema, porque las críticas deben ser siempre bien recibidas. Pero la verdad es que yo aspiraba a una crítica literaria y no moralista. Escribí ese cuento pensando que enfocaría un tema de urgencia, porque el sentir de los protagonistas es una especie de “sentir nacional”. Y que debería herir la sensibilidad si quería lograr mi objeto. Me apasiona el tema de la incomprensión entre padres e hijos (“La rebelión de los hijos”, cinenovela, y “¡Estos padres…!”, cuento, son índices de que trato por medios comerciales de hacer sentir al público esta inquietud), de manera que ahondando un poco más, intelectualizando el caso hasta convertirlo en pieza no apta para el consumo comercial, intenté -pretendo que con valentía- un enfoque cabal y terminante.
No; no leí “Lolita”. Además, mi intención no era la de exacerbar las mentes calenturientas. Debería ser crudo si pretendía producir al lector el shock que el cuento debe ocasionar. Vos no lo entendiste asi y ello puede ser producto de dos circunstancias: 1°) que el cuento no esté del todo logrado y que su finalidad sea confusa; 2°) que vos no estés preparada para digerir platos que atentan contra tu regular manera de asimilar la literatura. Tal vez tengas un muy refinado sentido de la estética y esto evidentemente te debe chocar.
“El machito” lo han leído algunos compañeros de la redacción y mereció un juicio diverso, pero ninguno me dijo que le parecía pornográfico. Imaginarás que mi intención no fué ni remotamente la de hacer un cuento de ese tipo. Lo presentaré nomás en el concurso que organiza “El grillo de papel”. Esta revista es producto de una escisión que hubo en “Gaceta literaria”. Creo que es una revista importante. Si es que por allí no se consigue te haré llegar el próximo número.
La noticia de tu viaje a Chapadmalal me trajo ganas de hacerme un paseíto a Mar del Plata. Me gustaría poder charlar personalmente un rato con vos y disfrutar un par de días de la placidez de la vida playera. Hace bastante tiempo que no nos vemos y es necesario de tanto en tanto vernos las caras para refrescar el recuerdo fisonómico que el tiempo y mi poca capacidad perceptiva tienden a borronear. Pero más que eso, me alegrará disfrutar de tu compañía, más o menos de la manera como lo hice aquella vez que tuve oportunidad de presentarte el camión. Si mal no recuerdo te estoy debiendo un buen espectáculo de cine, ya que en tal ocasión fuimos a ver una de ese escalofriante Jeff Chandler, y aquí en Buenos Aires “Europa de noche”, visualmente halagadora, pero terriblemente hueca.
De las varias películas que ví, ninguna ha conseguido superar a “Los primos”. La única que muestra aspectos de buen cine, pese a lo discutible del argumento es “Pasión prohibida”, título tremendamente imbécil que le han puesto a la versión de “Recordando con ira”, una pieza teatral de John Osborne.
En teatro volví a ver “Esperando a Gogot”, muy, muy buena, y “La zapatera prodigiosa”, en el teatro Caminito, montado en una calle del barrio de la Boca, con toda la poesía y frescura de Federico García Lorca.
Sé lo que son las visitas “de condolencia”. No hacen otra cosa que mantener latente un estado de ánimo que uno tiene profundos deseos de superar. No hay más que soportarlas (con espíritu deportivo, si es posible), hasta que al cabo de unas semanas amainen y ya no sea necesario exteriorizar un deseo que uno quiere tener dentro, celosamente oculto, ya que esa es la única manera de no profanarlo.
Tu incursión “clerical” permitirá sentar bases de sensatez en un medio de mezquina intelectualidad. Tal vez vengan bien algunos tajos de luz (al decir de Sarmiento) entre gente cuya misión es la de ensombrecerlo todo. ¿Pero podrías realizar obra allí dentro? Me temo que al primer intento te declaran cripto-humana.
Estimada Elba, será hasta la próxima.
Norberto
Al dorso
El temita consciente – intelecto – inconsciente al que te refieres en el último párrafo de tu carta es de tan difícil tratamiento que creo escapa a un análisis breve. Lo de “injusto contigo” me pareció sentirlo y por eso lo puse. Tal vez yo no sea del todo un robot… aunque vos así lo creas.
Saludos a tu madre, a tu hermano y a Emilse.
Norberto.