Noviembre 25- 1959.
Elba:
Me parece una brillante idea esa de abandonar un temita tan difícil de plantear como es éste, y cuyo tratamiento no hará más que confundirnos mutuamente y confundirnos cada uno para sí. Ocurre que en estas charlas he tratado cuestiones que rara vez me había formulado antes; es decir, que a veces tropezaba con que no sabía bien como pensaba yo respecto de ciertas cosas.
Naturalmente que esto induce a volverse contradictorio. Es imposible solventar una postura abstracta sin relacionarla con el momento que le toca vivir. Para el enamorado la vida es un vergel; para el que se casa con una mujer que más tarde lo engaña con el cobrador de la luz, todas las mujeres son unas… (censura). En gran parte los sentimientos son un cristal que se antepone al panorama que tenemos ante nuestros ojos.
Creo no ser tan contradictorio en otros puntos, en las normas que rigen mi vida, en la educación que me he impuesto, en las ideas fundamentales que conforman mi manera de sentir las circunstancias que giran a mi alrededor. No habré de contradecirme si sostengo hoy que mi misión en la tierra es puramente intelectual, y que fracasaré como hombre en la medida en que fracase como escritor. No quiero decir que la fama sea sinónimo de éxito; puedo considerar cumplida mi residencia como ente vivo aún cuando jamás haya conseguido publicar un “best-seller”.
Lo de “herir tu susceptibilidad” tiene su razón. A veces, cuando hablo o cuando escribo, me olvido que me dirijo a personas determinadas, me olvido de su sexo y de lo agraviantes que hasta pudieran resultar mis palabras. Cuando, como en nuestro caso, la amistad es tan limpia, suelo no cuidarme en medir el alcance personal que llegaran a tener algunas ideas. Me enojo, me burlo y hasta tratato de ridiculizarlas, pero creéme que nunca lo hago por el mero afán de querer quedarme con la razón. Si no me interesara discutir contigo o si juzgara que no vale la pena entablar una disputa, puedes estar segura que desde el principio hubiera encontrado la “cortés” manera de suprimir este diálogo.
Si yo no he sido cortés -cosa que tú me reprochas- es simplemente porque tú te mereces que yo haya desechado entre nosotros ese tonto celofán que es la cortesía. Una relación, en función de verdadera amistad, no veo porqué ha de ser halagadora.
No obstante, reconozco que ciertas cosas no pueden ser dichas sin herir la susceptibilidad del interlocutor. Ya me ha traído otros problemas este defecto mío.
Una breve crónica acerca de mi actividad literaria.
Ayer terminé de escribir un cuento policial: “514 y la rutina”. Creo que ha salido bastante bien. Digo bastantes cosas y me ensaño con todo gusto contra el régimen burocrático. Trata de un triste empleado que por afán de notoriedad, cosa que no consiguió por medios lícitos, mata a su jefe. La idea no es mía, es de un amigo, asi que el cuento lo firmamos en colaboración.
Pronto iniciaré otro de fantasía científica. Me estoy ilustrando al respecto. Aunque no lo creas, hay que leer antes de ponerse a imaginar asuntitos del futuro.
En la editorial Abril me han aceptado tres cinenovelas (a razón de $ 3.000,- cada una). Dos de ellas creo que son revolucionarias, y espero que lo sigan siendo luego del sarandeo a que de seguro habrán de someterlas. Te diré los títulos: “La rebelión de los hijos”, “Muchacha de pueblo” y “Lágrima para una sombra”.
En “Rosicler” he entregado cinco; una de ellas en “coproducción” con Marazzi. De las cinco quizá salga buena ésta: “Lluvia sobre mi soledad”. (Hasta ahora no hubo una sola cinenovela que no me haya defraudado. Y mucho de culpa la tiene la estática actuación de los “artistas”.)
Me han pedido que adapte una obra de la literatura mundial, pero ésto me parece demasiada profanación. Tal vez acepte “descuartizar” a Alfredo de Musset, a quien considero un escritor bastante cursi y por ello con mucho arraigo entre las jovencitas románticas. He leído su “Mimí Pinsón” y la encuentro lo bastante sentimentaloide como para diseccionarla.
En diciembre iniciaré la teatralización de un cuento de Ana María Ponce: “Doña Agata”, que me parece muy bueno. Se presta a transportarlo a la escena y ella ha aceptado que lo hagamos. Trata el problema del fanatismo religioso y su perniciosa influencia entre los miembros de una familia de decadente burguesía. Un tema que me encanta. Ella tal vez venga a Buenos Aires y entonces trabajaremos juntos.
A “Damas y damitas” he llevado un cuento para el que me he inspirado gracias a mi prima. Mi prima se ha casado y viéndola preparar sus cosas los días previos al suceso, escribí “La señorita Maricarmen tiene sus bemoles”.
Creo que en uno de los próximos “Vea y lea” aparecerá “Tango hermano”, que me gustará que leas, pues me han dicho que es el más literariamente logrado de mis cuentos policiales.
En la próxima espero darte noticias de una obra que envié a “Fray Mocho”.
Y bien; te había prometido contarte cómo actualmente transcurro el día. Mira que simple: me levanto a las nueve, leo hasta las diez (los miércoles y viernes leo en casa del dentista). A las diez y media como algo (leche o jugos de fruta o flan). A las once y media estoy en la esquina de la Caja de Ahorros (café y charlas deportivas– a veces se habla de mujeres). Trabajo hasta las siete y cuarto. Generalmente vuelvo a casa (porque mi madre está sola), pero a veces consigo permiso especial y me quedo un rato por el centro (ajedrez o cine o rueda de amigos). Ceno en casa. Veo un rato la TV y a eso de las once ya estoy frente a ese catafalco haciéndole cosquillas al papel. Me acuesto tarde, y en la cama leo hasta que me doy cuenta que ya no entiendo nada.
Así pasan los días. Los sábados y domingos varía un poco la fisonomía del programa. Rechazo todo lo que sea fiestas, confraternidad o juegos. Mis amigos me visitan asiduamente y con ellos me encuentro perfectamente cómodo.
El domingo pasado fuí a un asado que organizaron los compañeros de la oficina. Se jugó fútbol (solteros contra casados) y me divertí como antes no lo hubiera imaginado. Claro está, llegué muerto.
Para este verano espero conseguir el turno de mañana en la oficina, de manera que podré ir por las tardes a la pileta. Esa sola idea me llena de júbilo. Las vacaciones las obtendré para fines de marzo. No sé que haré. Mi madre y yo tenemos algunas invitaciones (Mar del Plata es la que más me atrae), lo que me hace pensar que a algún lado iremos.
Y no se me ocurre más nada. Te das cuenta que poca cosa soy?
Antes de que me olvide. Leí un libro GENIAL: “Por qué no soy cristiano”, de Bertrand Russell. No te lo pierdas.
No, no leí “Los italianos en su salsa”. (Tampoco pude leer todavía “El huesped”, de Margarita Aguirre.)
En la próxima, y para no hacer ésta eterna, te contaré algo sobre algunas películas que he visto.
Dile a Emilse que la felicito. Ella tiene todo el derecho de ejercer su descreimiento. Es muy sensato eso de no creer en las virtudes de un desconocido. Y en virtudes que a veces ese desconocido tampoco cree. No obstante, me gustaría charlar un rato con ella. Es raro eso de no creer ahora en algo que no debió creer nunca (o al menos, hasta tener oportunidad de hacerlo). En fin… Estas mujeres!
Cordialmente
Norberto