Agosto 30 – 1957
Elba:
La indolencia suele en ocasiones ser una virtud y un vehículo de elevación interior. De los indolentes es cierto edén que se alcanza en vida; una especie de limbo en el que no se sufre pero en el que tampoco se vislumbra la plenitud del ser. Personalmente creo que encasillo dentro de la clase de tipo indolente-tempestivo (porque a veces esas calmas chichas preceden serias tormentas).
De esa única manera justifico que permanezca todavía en este tonto empleo y que desde él, con toda tranquilidad, con absoluto desprecio por lo administrativo, te escriba a tí, que es como evadirse del mundo de las formas rígidas e incluso de la cárcel de la piel.
¿No sientes tú a veces una suerte de amargura física?¿De saberte sometida o aprisionada en la piel, cautiva de los sentidos, maniatada por los músculos? No creo poder transmitir exactamente lo que quiero decir, pero si has leído algo de filosofía yoga quizá interpretes mejor el dolor que experimenta quien se sabe acorralado dentro de sí mismo por un rigor orgánico.
Hace tiempo, en plena etapa de metamorfosis, hacía yo un ejercicio lindísimo aunque me daba bastante miedo. Jugaba a morir. Te aseguro que me sirvió para tener (a mi manera) una visión de infinito y para descansar integralmente. Si te interesa (y si no me crees caso de chaleco) te pasaré la receta.
Me hizo mucha gracia que tu dijeras “Asilo para Niñas Cuarentonas.” En realidad yo me refería a “Asilo para Niños de Padres Cuarentones”, pero puede ser que me haya equivocado al escribirlo.
Tu idea del contrato es muy buena (y hablando en serio, leyendo un libro de Wimpi me enteré que una secta del norte europeo – descendiente de Vikingo – realizan sus casamientos en dos partes: provisoriamente primero y varias semanas después, si media acuerdo mutuo, definitivamente, y si no, cada uno a casa de su mamá y aquí no ha pasado nada.)
Una compañera de oficina estudia para asistente social (eso eres tú, no?) y le pidieron que escribiera acerca de alguna personalidad real o imaginaria que a ella la haya impresionado. Una especie de tesis, de estudio psicológico. Me dijo que sus compañeras le habían ganado de mano y se habían elegido a James Dean, Sartre, Rififí (es decir, su protagonista), y que ella no sabía qué hacer. Me pidió que yo le hiciera algo. Le dije que no podía ser, que estaba mal, que posiblemente no pensemos de la misma forma, etc., etc. Pero como no hubo manera de librarme de ella, acabé escribiéndole sobre “Mónica” (la de “Un verano…”, película sueca.)
A la semana (yo ya me había olvidado del asunto) esta chica se aparece con un paquete de masas y lo deja sobre mi escritorio. Resulta que ganó la mejor calificación. ¿Qué me cuentas? ¡Felicitada! ¡Así va el país!
Me inclino por creer que el estudio de la letra es una fuente de información bastante veraz respecto de la persona. Pero creo también que la gente es bocado fácil de los charlatanes, de individuos más o menos hábiles con pretendidas dotes científicas que embanean y se erigen en doctores o salvadores.
Aquí en Buenos Aires hubo hace poco un fulano que aludiendo poderes divinos congregaba multitudes de lisiados en estadios de fútbol y decía poder liberarlos de muletas, sillas de rueda o anteojos. Nadie entendía nada porque este señor hablaba en inglés, pero la sugestión había prendido y la gente estaba encantada. Se creó un estado de fé comparable, en pequeño, al que consiguió Jesús entre los galileos.
Hablando de grafología, me dí cuenta que se te acabó el papel para carta.
Revolviendo papeles encontré un ejemplar de la revista “Plumajos”, fenecida tiempo ha, en donde yo escribía una sección que había titulado: “Diálogos imposibles.” Te adjunto aunque no tiene más valor que el de la curiosidad, el diálogo n° 1.
Mi padre, enojado con la gente de “Vea y lea” fué anteayer a ver qué pasaba con mis cuentos. Le dijeron que “La señora Doris tiene jaqueca” es impublicable (aducen excesiva mordacidad), pero que aguardan turno “Prisa por morir” y “Requiem para el señor gerente.”
Coincido con tu hermana en creer que es peligroso aventurarse en la hondura de la sinceridad. Pero estimo que es un hermoso peligro y, como tantos otros, digno de que seres humanos lo afronten.
Al respecto rebosa espontaneidad un párrafo de tu carta en el que hablas de cometer “barrabasades” y hundirte tú misma.
En contraposición a éste, hay un párrafo terriblemente negro. Dices: “… tengo mis dudas… podría ser… nunca ningún muchacho… eres paciente… soy bastante rara…” ¡Vamos señorita Elba, a ver si ahora sale haciéndose la Nené Cascallar! ¿O acaso – demonios, no lo había pensado – prefieres echar vuelta atrás este sendero que hemos andado casi sin proponérnoslo?
¡Dices que soy paciente y comprensivo! Me muerdo por no contarte algunas cosas que ya te diré alguna vez y de las que nos reiremos juntos. ¡Paciente y comprensivo! Eres deliciosamente buena para juzgarme así, a la distancia.
Por estos lados el agosto se presentó como siempre, con un puñal en la manga. (No volveré a mencionar la palabra “frio” porque la vez pasada casi te engripo.)
Los días son húmedos y desapacibles y las noches neblinosas. Generalmente trasnocho y eso me ha producido un dolorcito de garganta que combato con una copita de coñac del barato después de cada comida.
Solo me resta pedirte que estudies mucho. Comunícame si te puedo ser útil en algo o si no consigues algún libro, que ya veremos la forma de hacértelo llegar.
Escríbeme en algún rato libre, pero no descuides por nadie la misión que te has impuesto. Yo, como tú lo dices, soy paciente y comprensivo y te sabré esperar.
Hasta la próxima
Norberto.