Mayo 31 – 1960.
Elba:
Realmente lamentable la historia de esa niña, que ha tenido la desgracia de caer bajo el rigor de la disciplina religiosa. Esta gente, tan afanosa siempre, realiza una obra que por ser tendenciosa merece ser enjuiciada. Además, no obran, exactamente por amor al prójimo, sino que este es reflejo del temor que los inspiran. Ellos están subyugados por un fanatismo, no ven claro. Todas sus acciones van imbuidas de un afan proselitista. Su labor consiste en conseguir rebaños para el señor. 
Yo no puedo odiarlos, porque su gente no se hace odiar. Son simplemente despreciables. No puede odiarse a quien honradamente profesa una idea.
Mientras tanto, me pregunto que hace el Señor para merecer tanta lealtad. Y me remito a los antecedentes inmediatos de la masacre chilena, símbolo palpable de la desolación que viste al hombre.
No hay Dios, no hay una lógica que regule nuestra calidad de individuos con raciocinio, supuestamente capaces de ganarnos el cielo si prescindimos de nuestra capacidad de pensar y nos consagramos tan solo a tener fe. 
Los restarios son emboyados distorsionadores del espíritu de quienes por descuido o falta de recursos económico-morales, caen bajo sus zarpas. La niña de tu relato es vívido testimonio de lo que digo. 
Ellos no permiten pensar y se dedican tesoneramente a ganarse adictos entre los que por su edad todavía no han alcanzado un desarrollo intelectual medio. Por eso insisten en bautizar a los recién nacidos; por eso obligan a los padres a mandar a sus hijos a catecismo; por eso habilitan escuelas primarias. Los curas son católicos y además fabricantes de católicos. 
La inquisición se (?) solapadamente, en cada hombre, en cada mujer, en cada chico. Ellos son como los comunistas, no descansan. Los comunistas hablar de igualdad. Estos hablan de castidad y pobreza. Como dice Nietzche, la religión es para los vencidos, para los enfermos, para los que se desprecian a si mismos. 
Quien tenga una pizca de orgullo -y (?) la tiene- no puede aceptar tan incondicionalmente rendir sus atributos de individuo apto para discernir por mí, sin adoctrinamiento de dudoso sentido, puesto que no tienen vigencia permanente y admiten una dirección política. 
Yo en mi modestia medida, pretendo si no desenmascarar a estos farsantes, por lo menos infundir en la gente (aquellos con quienes discuto, aquellos que me leen) la confianza en su propia capacidad intelectiva.¡Que gran virtud es la rebeldía para estos tipos de majada que hablan más cómodo “acogerse a los beneficios de la religión”!
En “Vea y lea” (artículo de Chessman) agregué a la nota de Rolando Riviere unos parrafitos míos que vos podrás identificar, puestos precisamente con esa intención. En el próximo número aparecerán “Crónica del exterminio”, un cuento mío, que tal vez despierte en algunos la duda acerca de “la verdadera verdad”. 
Yo soy un tipo permeable a todas las opiniones. Me gusta y sé escuchar. Me asombra pues que quienes dicen estar en posesión de la verdad fundamental, se escuden tras el slogan y teman el menor enfrentamiento. Si yo estuviera en poder de la verdad fundamental gozaría prestando combate. 
Ojalá, Elba, hayan podido librar a esa pobre criatura del mal que la acecha. Sé cuanta es tu preocupación y que nada dejarás de intentar para que la chica pueda ser puesta en vías de una educación normal.
Creo que el divorcio es un recurso necesario. Hay una razón poderosa que me hace pensar en la superficialidad con que se consumen los matrimonios. La gente, por lo común, no tiene el verdadero sentido de la palabra amor (y mucho menos de la palabra comprensión). Tampoco -y mucho menos- tiene sentido del respeto que se deben a sí mismos. La gente es proclive a actuar con legereza, acuciados tal vez por la pasión o por la curiosidad. Apenas el “mito” quede develado, generalmente ya no queda que lo suplante (¿Recordas “sin amor”?). 
En tales casos, lo más saludable -habiendo o no hijos e incluso por su propio bienestar- es divorciarse. Creo que es preferible la ausencia de padre o madre, a su presencia nociva. 
El natural egoísmo humano -justificable, por otra parte-  me hace desechar tu “melodramática” teoría  de olvidarse de “su felicidad o su desgracia y hacer la felicidad de ellos.” En la práctica eso no existe. Los sentimientos no se razonan. Si un padre no quiere a su hijo; si un marido no quiere a su esposa, es tanto pretender hacerles entender que “deben” quererlos. 
Es más cuerdo intentar la reconstrucción de un hogar, que persistir en apuntalar lo que de un momento a otro amenaza derrumbarse.
Si yo fuera casado haría lo que Perón: preguntaría cada tanto a mi señora si está de acuerdo conmigo. Si está incondicionalmente de acuerdo conmigo. Porque cuando se prende la espontánea necesidad de estar el uno junto al otro y apostar juntos en la nutrición de ese otro ser que se llama Matrimonio, lo mejor, lo prudente, lo elemental, es deshacer el vínculo antes de que entre ambos sobrevenga ese sentimiento de tolerancia, tan inútil como enfermante.  
Te adjunto el último cuento aparecido en “Damas y damitas” (el último cuento mío), que creo tiene relación con todo esto, ya que presenta un cuadro afin a esta cuestión. Creo que servirá para ilustrar mi manera de sentir este tema, por si lo que precede no es suficientemente claro. (Y a juzgar por la letra, no lo es.)
Lo del enfoque unilateral respecto de “Ritual frente al espejo” es un juicio aceptado. Yo no presento el caso impersonalmente, dejando al lector las conclusiones pertinentes, sino que me pongo nomás del lado de la mujer y ofrezco el punto de vista que ella quiso dar. Es decir, que sobre un tema polémico, doy la versión de una de las partes. Eso no es justo si se pretende hacer literatura seria. Es un poco “tramposo”.
Ya lo presenté a “El grillo” junto a “El marchito”. Los de “El grillo” me dijeron que ya han recibido alrededor de 100 cuentos y que antes del 30 de julio se sabrá el veredicto. 
“Ajeno a Dios” se publicará en “Rosicler”. Además pronto publicarán -también en Rosicler”- “Las bajas pasiones”, que escribí hace aproximadamente un año. La darán en episodios.
¿Qué habíamos apostado respecto de “Los cuatrocientos golpes? Bueno… no me acuerdo, pero PERDISTE. (Me revuelvo de gozo.)
¿Así que le pusieron 400 como le hubieran podido poner 760? (Ja…Ja…Ja…)
Y bien… aquí va la explicación. -La expresión “Les quatre cents coups” es una frese idiomática francesa equivalente a nuestro “las mil y una”, que se utiliza en castellano para simplificar que a uno le ocurren todas las calamidades. En el caso de la película, debe interpretarse que el niño hace “las mil y una”.
La opinión que yo tengo del final es casi coincidente con la tuya. El mar es símbolo de una nueva frustración del chico. 
Cordialmente 
Norberto.