Agosto 8- 1960.
Elba:
Ultimamente, y para ser más preciso desde que estoy en la revista, mi ritmo de vida a experimentado una transformación. De la más o menos apacible vida de “burócrata rebelde” de mis tiempos de Caja he pasado a vivir esta otra, un poco sobresaltada, de tipo que tiene la obligación (y no el gusto) de escribir y leer cosas que no encasillan dentro de sus apetencias. Por supuesto, el trabajo me parece mucho mejor que el otro porque, aun cuando me distrae bastante y me saca fuera de foco, me permite instruirme. Y no solo eso: me permite alternar con gente que se mueve en un ambiente que tiene cierta afinidad con el mío y cuya relación (especulando) no deja de interesarme porque puede resultarme provechosa.
El hecho de tener que escribir mucho y leer mucho me acarrea una cierta molicie que redunda en perjuicio mío, por que me priva de ganas para acuparme de hacer literatura. Incluso mis cartas – éstas – se han espaciado un poco. Ocurre que nunca he sido un tipo concentrado y esta nueva disciplina me agota fácilmente. Te aseguro que no me quedan muchas ganas de enfrentar papeles en blanco luego de muchas horas de leer, corregir y escribir para la revista.
En estos días estoy preocupado por terminar un guión para TV que escribo junto con dos colaboradoras de Vea y Lea: una es Enriqueta Muníz y la otra Nina (Lydia, no sé el apellido), cronista de Damas y Damitas. Enriqueta conoce a mucha gente de televisión porque además es comentarista de la revista Platea. Lydia trabaja también en Vosotras, cuyo dueño es Julio Korn, uno de los magnates del Canal 7. Ellas creen muy factible lograr que nuestro trabajo dé sus frutos. Estamos haciendo un ciclo de cuatro audiciones, que ellas se encargarán de introducir.
Y no solo eso… En la semana pasada anduvimos procurándonos material para escribir una nota sobre los maestros. La nota (muy buena, con la firma de Jutronich) se dará en Vea y Lea del 18 de agosto. El verdadero problema resultó lograr que los maestros suministren datos que permitan el enfoque objetivo de las dificultades por las que atraviesan. Y sabés una cosa? Nadie quería decir nada! Aludían a una cierta circular y al grave compromiso que contraían suministrándonos información. Se les dijo que no se citaría sus nombres y por lo común todos se encerraban en un mutismo espantoso. Y ni qué decir de tomarles fotos! Yo le dije a una señorita maestra (muy joven y muy cobarde) que si ella no aceptaba el respaldo de la prensa era notorio entonces que sólo aceptara morirme de hambre.
Creeme que nunca he visto un gremio más gallináceo.
La nota sale después de ingentes esfuerzos, e incluso se le dedicará la tapa, para la cual un señor maestro aceptó posar de espaldas. Jutronich redondeó un excelente trabajo, una exposición valiente, como creo que no haya precedentes en la historia de la revista. Creo que se está definiendo en la posición que yo anhelaba (aunque el mérito sea mío en muy pequeña medida).
Los nuevos patrones son gente bastante idiota. Ya “mostraron la hilacha” en dos o tres reformas que los pintan de cuerpo entero. Han echado a mucha gente (lo que no es del todo censurable – se les paga indemnización – pues están defendiendo sus intereses), pero lo malo es que esa prescindencia de personal la hacen atendiendo a razones de antipatía y no de incapacidad.
En la próxima te mandaré un ejemplar de “El grillo de papel”, que salió hace unos días. En él anuncian el resultado del concurso y la próxima publicación de los cuentos premiados.
Abelardo Castillo (director de “El grillo”) me llamó el otro día para ofrecerme participar de un Grillo Oral. Te voy a explicar que es eso. La gente de esa revista recibe a menudo invitación de ciudades bonaerenses para que el núcleo de sus colaboradores lea ante los “intelectuales” lugareños algunos de sus trabajos. Es decir, se da una versión oral de la revista (con sus comentarios de cine, teatro, arte y, naturalmente, cuentos). El próximo Grillo Oral será en Baradero, a fin de este mes. Yo acepté ir. Leeré dos cuentos.
El primer premio del concurso lo ganó Humberto Constantini con el cuento “La promesa”.
De “Dios y el (?)” la última noticia es ésta: participaremos en un concurso a organizarse en Santa Fe.
Aquí va un rápido balance de mis últimas idas al cine. “La gran guerra” (Sordi, Gassman; director, Monicelli): buena, vale la pena verla; tal vez sea un poco estirada, pero no aburre. Se dicen cosas. “La sangre es siempre roja” (inglesa); un tanto aburridita; la intriga policial está bien construída, pero no es cinematográfica. Mucho diálogo. “Julia, la pelirroja” (Daniel Gelin, Pascale Petit): quiere ser una comedia fina; le falta “espirit”. “El infierno en la sangre” (italiana): una versión menor de “Los tramposos”. Mucho título y pocas nueces.
Después de “El poder y la gloria” leí “El regreso”, de Roberto Hosme (un narrador nato, cuya habilidad reside en hacer llevadera una historia sumamente intrascendente); “No”, de Dalmiro Sáenz; un libro escabroso (aún más que “Setenta veces siete”), interesante por ciertas observaciones, pero fraudulento. Uno no sabe qué se propone el autor contando tantas aberraciones. “Higiene y patología sexual”, de John Oliven (profesor de la Universidad de Columbia); un estudio magnífico de la vida moderna, un libro que debiera ser lectura obligatoria de los hombres que trasponen el umbral del sexo y de las mujeres en edad de casarse; un libro para padres, de notable valor diáctico.
Estos tres libros los comentaré en Vea y Lea 345, del 1° de septiembre.
Me gustaría escuchar la opinión de Emilse sobre el libro de Greene. La verdad es que mucha gente me ha hablado bien de él. Yo no acierto a comprender dónde está el gran valor que le asignan. Trata un problema de fe. Por lo tanto, nadie que carezca de ese elemento puede asignarle validez literaria. La tendrá, sectariamente. Pero a mí no me llegó el conflicto espiritual del protagonista porque ignoro cuán grave puede resultar renegar de esa fe.
Hace pocos días apareció una nueva revista humorística (muy pobrecita) llamada “Abuelo barbudo”. En ella me publicaron dos colaboraciones: “Excursión al cementerio” y “Si el cabildo contara”.
No quiero terminar sin felicitar a tu madre por la posición adoptada respecto de los puntos (religión y luto) a que hacés referencia en tu carta. Es muy raro encontrar mujeres así, que conserven la frescura mental para discernir lo superfluo de lo verdadero, sin dejarse llevar por el aluvión de principios subvertidos que manejan nuestra sociedad. En mi familia hay quienes me han criticado por no llevar otro luto que el de la corbata. Son fetichistas que creen en el premio por el respeto, y en el respeto por las formas. Me he reído de ellos, y más: todas las veces que puedo no uso corbata.
Con mucho afecto
Norberto