Elba: en fin, se acabó la farra. Uno se pasa 29 días bajo una sombrilla y a tres pasos de un mar de aguas templadas y cree que esa es la vida real. No, esa es una ficción que uno se permite en atención a sus férreas convicciones de cerdo burgués. Durante esos 29 días leí a razón de cinco horas diarias. Y de los siete libros que llevé rescato dos, absolutamente recomendables: una historia de la humanidad titulada «De animales a dioses», escrita por un historiador y sociólogo israelí (con apellido difícil), y un gordo volumen que reúne los cuentos completos de García Márquez, una verdadera delicia. A todo esto, volví de Río en la inmediatez del insoportable carnaval, con las escolas promocionándose por las calles, con miles de garotos, garotas y travestis sacudiendo las caderas. Gran batifondo, acaso tan estridente como el que sobrevendrá en junio, cuando ahí se disputen las Olimpíadas, con delegaciones de unos 120 países. Ha de ser una cita con los mejores atletas del mundo, llamados a padecer las amenazas de mosquitos que propician no sé cuántas pestes. Pero Río sigue siendo un ensueño, al que contribuyen bastante sus vecinos, tan cordiales y desde siempre tan convencidos de que «tudo bem». Yo recibía a diario el matutino O Globo, cuyos títulos de tapa versaban habitualmente sobre tres temas: uno, los mosquitos; dos, la tremenda corrupción que hace tambalear a Dilma y a todo el gobierno, y tres, lo mal que anda la economía y el temible riesgo de que la inflación del 2016 vaya a trepar al 10 por ciento. Me causó gracia: según Macri, nosotros arribaremos a una inflación como la de ellos (de un dígito) en 2020.
Este es el segundo día que me sumerjo en la compu. El primer día depuré la pantalla de tanto mensaje inútil, le mandé unas líneas a tu hermana y comprobé si mi novela persistía en la memoria (y persiste, nomás), ya que en las vacaciones trabajé como un descosido en ella (durante cuatro o cinco días de nubes espesas y lluvias) e introduje montones de cambios. Ahora, en cinco minutos, me meteré de nuevo en ese mamotreto e intentaré hacer las correcciones pertinentes, que nunca son definitivas. Quizá, con suerte, en la mitad de la tarea me quede dormido, atacado de aburrimiento profundo. Te mando un abrazo y saludos. N.