Elba: casi medianoche y acabo de escribir lo que quizá sea la versión definitiva del capítulo 1 de mi mamotreto. Pienso llegar a casa para ver la repetición del programa de Leuco, anunciado como dedicado a analizar el asunto del rosario que el Papa le mandó a la Milagro. Estoy un poco lento respecto de la novela, que espero enviar a algún concurso. La semana pasada me reuní con Alvaro Abós, escritor y jurado del concurso que premió «Hacer el amor», mi novela anterior, que permanece inédita ya que la editorial postergó su edición y yo me ofendí y rompimos el contrato. Abós me aconsejó que volviera competir con ella en un nuevo concurso, ya que los derechos autorales me corresponden. Todo este tramiterío me molesta mucho, no tengo el tesón de García Márquez, que recorrió América en busca de un editor para su «Cien años de soledad».
Quizá esté un poco fiaca, sin la capacidad de remontar cuestas como cuando me inicié en la literatura y el periodismo. Como sabrás, los años no vienen solos, hacen que uno se vuelva un poco remolón. Prefiero leer o ir al cine o encontrarme con amigos para discutir sobre política o sobre libros o sobre mujeres, grandes temas. Ayer fui a ver «En primera plana», la película sobre los curas pedófilos (?) Globe), con seis o siete nominaciones para el Oscar. Francamente, no me gustó, es demasiado discursiva, uno no para de leer las leyendas. Extraño Río, tenemos ganas de (?) qué hace tu hija en Ibiza. Tengo un amigo radicado en Ibiza y convertido en millonario gracias a que hace tatuajes. Ha vuelto con tanta guita que compró unos campos en Chapadmalal e instaló allí una serie de bungalows. La manía flagelante del tatuaje se ha vuelto universal. Mi hijo Javier está en pareja, aunque la pareja no siempre es la misma, suele renovarlas. Cariños. N.