Wellawatta, Ceylán, 27 de febrero 1930

Querido Eandi, gracias muchas veces por su carta última, en que me adjunta las otras de los Ministros. A pesar de todo «el meritorio funcionario» sigue donde mismo. El Cónsul General de Calcutta me ha propuesto ir a Singapore y Java, si me nombran allí está bien. Me gusta Java. 
Sí, naturalmente, a veces estoy locamente alegre, no por culpa de Patsy y sus similares, sino por resolución de mi salud, de mi piel aún joven. Tendido en la arena, solo, en las mañanas grito de alegría EANDIIIIII, y todo lo que se me ocurre, los pescadores me miran asombrados, y les ayudo a tirar las redes. Qué joyas sacan del mar, parece increíble. Pescados dorados con rayas de violeta, y el rojo, el verde, el ultramarino pintados tan violentamente, y los extraños hocicos convulsionando y muriendo, es un placer extremo ver las redes recién sacadas. Los pescadores (aunque budistas) son muy brutales, y cortan los bellos animales aún vivos, cosa terrible. 
Contento, indudablemente. En las tardes también sentado con mis pocos libros y mi whisky and soda, me siento feliz. Sin embargo, mi querido amigo, no me faltan amargas preocupaciones. Por suerte el primero de abril termino de pagar una deuda con el banco (2.000 rupees) y me ha costado sangre vivir pagándola, con dinero apenas para mi arroz. En fin. La cuestión sexual es otro asunto trágico, que le explicaré en otra carta. (Este tal vez más importante motivo de miseria.) Y una mujer a quien mucho he querido (para ella escribí casi todo Veinte Poemas ) me escribió hace tres meses, y arreglamos su venida, nos íbamos a casar, y por un tiempo viví lleno de su llegada, arreglando mi bungalow, pensando en la cocina, bueno, en todas las cosas. Y ella no pudo venir, o por lo menos no por el momento, por circunstancia razonables tal vez, pero yo estuve una semana con fiebre y sin comer, fue como si me hubieran quemado algo adentro, un terrible dolor. 
Esto ha pasado, sin siquiera poder decírselo a alguien, y así aliviarse; se ha enterrado con los otros días, al diablo con la historia! 
Me lo paso el día leyendo sin cesar, y encuentro cada vez más que el único placer que me va quedando es leer. Leo casi solamente en inglés, toda clase de cosas, especialmente los nuevos ingleses (Hace tres días ha muerto el más grande entre ellos, D. H. Lawrence), que tienen esto de curioso, que no se preocupan de ser ingleses «nuevos» (a excepción de Joyce) sino de relatar directamente, con cierta virilidad y descuido exteriores que es bastante agradable e inesperado para hombres como yo cuya sola noción literaria ha sido modificar la forma, problema cutáneo que me parece sin sentido. Demasiado tarde, para mí, tengo en los huesos esta clase de destino superficial de la condición poética, y naturalmente, como mal camino conduce a la esterilidad y a la gran fatiga. Actualmente no siento nada que pueda escribir, todas las cosas me parecen no faltas de sentido sino muy abundantes de él, sí, siento que todas las cosas han hallado su expresión por sí solas, y que yo no formo parte de ellas ni tengo poder para penetrarlas. 
En cambio qué bueno es leer, oír música, y bañarse en el mar. 
Mis vecinos más próximos son tamiles o cingaleses o burgher (criollos holandeses), y se han puesto muy mezquinos y desagradables este último tiempo, atribuyéndome grandes perversidades, y haciéndome enemistad, todo porque vienen algunas muchachas a verme, ellas mismas muy asustadas, porque esta gente ha aprendido todo, los cristianos escrúpulos de mierda, y hacen tabú de todo acto sexual. Los infelices vivieron en la más deliciosa putrefacción antes de la llegada de los portugueses, eran homosexuales (todavía), incestuosos, en fin, carecían de moral; los portugueses trajeron el veneno contra la herejía ambiente, los holandeses ayudaron cristianamente, y los actuales gringos les han terminado de matar el gusano. Ahora son hipócritas y enfermos sexuales, cristianos fatales, y perseguidores asiduos de la vida. Al diablo con ellos! 
Volviendo al negro asunto de mi traslado, cuyas esperanzas le debo y bien puede ser que una realidad dentro de poco, recibo recién una carta de mi padre (primera carta en casi tres años) y a las gestiones que él había organizado independientemente el ministro habríale prometido mandarme a Europa en febrero. Ya es marzo. Es decir, que esta gente promete, y poco más, y qué hacerle. Bien puede ser. Estoy contento. Pronto le enviaré algunas fotos mías en la playa. 
Me extraña el proceder de su antagonista en la discusión sobre su artículo, usted dice cosas tan sólidas, nadie que se respete puede creer por un momento en ese poeto socialisto. Pero la verdad que la gente de letras sudamericana es de lo más perverso en la materia. 
Espero me dé noticias de su libro, me diga sus nuevos proyectos, y me envíe cosas que recién escriba. Yo nada sé de mi libro, que envié a Madrid hace ya tres meses, le diré en cuanto sepa. Escribo casi nunca, sin embargo aquí van los únicos versos de este año, a la muerte de Cifuentes. Sí, no me diga nada sobre él, he sabido, y su muerte me enfermó de veras. Para aliviarme en algo he escrito esta necrología. 
Lo veo a usted bastante vivo y viviendo y pienso en su nuevo trabajo en la casa sueca, por mi parte yo apenas si soy capaz de levantarme cada día, escribir esta carta es un acto a la vez heroico y sumamente agradable (esto porque significa una respuesta suya) y a menudo en mañana no me levanto, por dos días o tres vivo a medio dormir, comiendo un plato de arroz al día, y un poco de whisky, pero hay que contar también que es aburrido estar solo. Tengo una cantidad de animales, perros, gatos, y uno muy curioso y simpático: un «mongoose» (lo he visto traducido por «mangosta»): es un roedor que sólo existe en la India , y que es el único ser que ataca a las serpientes venenosas. El mío es muy pequeño, y las serpientes casi lo matan, pero es un valiente demonio, y con el boy no nos cansamos de celebrarlo. Ni de noche ni de día se aparta de mi lado, y si no está junto a mí rechaza toda comida. Por lo demás es muy gracioso, con una gran cola. 
Le digo adiós, lo abrazo muchas veces,


Pablo Neruda

Publicado en Margarita Aguirre, Pablo Neruda/ Héctor Eandi. Correspondencia durante Residencia en la tierra, Sudamericana, Buenos Aires, 1980.