«La militarización, el autoritarismo de las conducciones y el acallamiento del disenso debilitaron internamente a las organizaciones guerrilleras de los setenta. La guerrilla había comenzado a reproducir en su interior, por lo menos en parte, el poder autoritario que intentaba cuestionar»
(Pilar Calveiro, Poder y desaparición )

¿qué so, yuta vo?
¿de qué inmanencia inaudita e incontenible me hablás, papá?
yo vengo a pedirte dos monedas
no me cuesta nada pegarte un tiro
cortarte el bagre en dos
abrirte remolacha
toy de poxi y qué,
qué inmanencia me vas a venir a batir vos.
Vení, decímelo al oído: no matarás, no matarás
Faah:
fumando un paco en la via
con nenas que chupan la pija
ninguno de más de catorce
y el chumbo único pasaporte
y vos me venís a decir
no matarás no matarás,
un boludo tenías que ser.
No matarás, no matarás,
vo porque no sabés que me mataron ayer
un tiro del vecino al aire
o el gatillo ágil de un cuidador
o cuando aplastado contra la lancha entrando al barrio
apenas por un incidente
y ya iba nomás a sacar documentos por averiguación de antecedentes
lo yuta putos muy eficientes de pronto dispararon
que era arrebato, dijeron, se pensaron
No, papá, un carajo no matarás,
yo toy muerto y por diez guitas me llevo a cualquiera en este viaje

En una asamblea, luego de los asesinatos de Kosteki y Santillán el 26 de junio del 2002 en Puente Pueyrredón, en un símil juicio revolucionario a Franchiotti, hubo un momento de tensión: declarado el comisario como culpable por los allí reunidos, el que manejaba el micrófono siguió con el camino judicial: declarada la culpabilidad, se dictaminará, entonces, la sentencia.
– ¿Qué castigo se le otorga a este asesino? -gritó al micrófono, esperando la orden unísona de la masa.
La masa, gente o multitud -como se guste- respondió con un murmullo silencioso.
– Compañeros, ¿qué castigo se le otorga a este asesino? -insistió.
El silencio continuaba circulando entre el murmullo.
Un poco más de silencio y puede que alguien lo haya dicho, o puede que no, no importa, pero el continuó:
– ¿Paredón? ¿Paredón, compañeros?
El murmullo era tan fuerte como el silencio.
– ¿Paredón, compañeros para este hijo de puta?
– ¡¡Paredón!! -gritó alguien.
– ¡¡Paredón!! -se escuchó venir de otro lado.
– ¡¡Paredón!! -terció un grupo y el silencio volvió a mezclarse con el murmullo.
– ¡¡Paredón, paredón para el asesino de nuestros compañeros!! -dictaminó el locutor de turno. Y cerró:
– ¿¿¿Kosteki y Santillán???
– ¡¡¡Presentes!!!
– ¿¿¿Kosteki y Santillán!!!
– ¡¡¡Presentes!!!
– ¡¡¡Kosteki y Santillán!!!
– ¡¡¡Presentes!!!
(Puente Pueyrredón, 2002)

Yo nací en el 81. Y desde ahí pienso.

Claro que, también, me he documentado , y desde ahí pienso.

Claro que he participado en discusiones, compartido prácticas con gente que no nació en el 81, y desde ahí pienso.

En principio, como parte del grupo editor de una revista siento el irrefrenable deseo de dar cabida al debate al que damos cabida en este número de el interpretador.

Debate interesante, necesario.

Y pienso, ¿a quiénes interpela el debate?, ¿cómo me interpela a mí?, ¿es un juicio moral el que debo o puedo hacer, es sobre matar no matar que puedo opinar ?, ¿qué modos de lo político implica?, ¿en qué sentido me es productivo este diálogo?

La carta que envía Oscar del Barco a La Intemperie y que abre el debate dice no matarás . Usa una segunda persona de tradición bíblica que se aparece como prescriptiva y dictamina qué hacer frente a una pregunta: ¿matar o no matar?. No, no matarás, dice del Barco. ¿Y a qué pone en cuestión esto que él dice? ¿A qué me sirve escuchar que pone en cuestión lo que del Barco dice para poder pensar los modos de la política en que se sostiene?

Como dice Diego Tatián, no matarás es un sintagma que no resiste la literalidad , y ahí su riqueza.

Del Barco dice no matarás y yo escucho, sólo me sirve escuchar, no construirás una sociedad que mate. Y esa segunda persona no puedo entenderla sino como hablándome a mí. Pero no a mí porque yo sea el vos para el que ese yo, Oscar del Barco , habla, sino porque es un diálogo en dos tiempos, un sujeto que es anacrónico a sí mismo: un yo en el presente hablándole a un vos -que es él mismo, también- de hace treinta años. Y es esa condición de presente que le da la segunda persona del verbo, la que me deja escucharlo hoy. Porque no me sirve escuchar un anacrónico reproche a quien jalara de un gatillo. De eso, cada quien deberá hacerse responsable. No me sirve, tampoco, la premisa no matar . Pero no es sólo reproche anacrónico, decía, sino una mirada a esa mili tancia en busca de una crítica radical poniendo en evidencia el sustrato de muerte que la conformaba más allá de toda buena o mala intención. Sujeto, entonces, que habla con un yo mismo en una doble temporalidad, que no me habla a mí pero me interpela, me deja escucharlo.

En medio de tanta muerte como hoy vivimos, en que hay que esquivar las balas de los poli, las balas de un chorro sacadito, las balas de la muerte de las cotidianas inseguras condiciones de existencia, las balas de la tele, las balas de los jefes, las balas sutiles de los bancos, escuchar el no matarás como consejo o como prescripción es inútil. Pero no hace eso inútil al no matarás . Porque lo escucho como autocrítica a las formas de la política atravesadas por la muerte. Lo escucho como un distanciamiento de aquellos modos, lo escucho como una discusión sobre las prácticas políticas de hoy.

Del Barco dice no matarás y yo escucho, sólo me sirve escuchar, no construirás una sociedad que mate.

Pero ya no puedo prestar atención al verbo secundario de esa frase: el principal es construir matar pasa a segundo plano. Entonces: ¿cómo construir?. ¿Qué formas incluyen el no matarás en pos de libertad e igualdad?

Hoy es necesario, porque hoy siguen latentes, discutir con las prácticas de construcción de los setenta. Y ahí de nuevo la doble temporalidad de del Barco: habla para los setentas y los setentistas, y se deja escuchar hoy también, que no son los setentas, pero sí setentistas: bajando el volumen del ruido setentoso en un primer movimiento, haciéndose escuchar, en un segundo.

Igual, la duda: ¿es una forma productiva de abordar un debate que en el fondo es, según lo escucho yo, sobre formas de organización que son una política que es una ética?, ¿es una forma productiva, me preguntaba, el abordaje desde una arista que es una consecuencia de la metafísica militarista revolucionaria y engancharla con la exigencia de meas culpas que se cruzan levemente con peripecias judiciales y con rencores personales y dolores insoportables?

Me pregunto.

Hoy los dejos de las prácticas militantes de los setenta siguen operando. Las disputas son arduas y generalmente aburren, hastían o apasionan, insuflan por un tiempo, hasta que el hastío o el aburrimiento.

¿Revolución o fiesta? nos espetan.

Desde el amparo, a veces digno, siempre un cliché, de los derechos humanos, sostienen sus banderas como derrotadas y nos echan en cara no tener tales banderas, tales derrotas.

Desde los partidos de izquierda, con la coartada de ser siempre inauditos, nos espetan con consignas de cambios y siglas recauchutadas.

Nos hacen leer, editan textos de escritores por su sola condición de ser desaparecidos. Se exalta la figura del militante como monumento a imitar. Se heroiza a los muertos por su condición de asesinados, se los limpia, plancha y pule y se los convierte en mártires. Se busca reproducir el compromiso militante por el militante muerto, sin pensarse, sin capacidad crítica: religión de mártires: fue la lucha tu vida y tu elemento .

La teoría de los dos demonios es lamentable. También lo es la de un demonio y un ángel o de un ángel y un demonio.

Angeles y demonios: construcciones sociales para deslindarse de responsabilidades. No hubo -ni hay, ni hay- ningún demonio, menos un ángel. Sin embargo, se siguen colgando ajos de las puertas y el que se denomina ángel extiende, rápido, su caritativa ala para cobijarnos.

Charlando con el grupo de la revista sobre el mail de un amigo de Elsa Kalish que planteaba que el tema a ella le quedaba grande, Elsa encontró una forma de abordar el tema que supliera esa diferencia de talles. Escribir desde la carencia . Aceptando eso, Elsa escribió un texto. Lo mandó para que lo leyéramos y yo le contesté con este mail: 

—- Original Message —–

From: Sebastián Hernaiz

To: elsa kalish ; Juan Pa – Fibertel ; Juan Diego Incardona ; Marina Kogan ; Inés de Mendonça

Sent: Saturday, May 28, 2005 11:54 PM

Subject: Re: puta hay cadaveres

elsa, de tu texto lo que más interesante me pareció es la reflexión desde los post proceso (por hacer plural tu singular voz), desde los hijos del proceso, sobre la propia constitución de la identidad, identidad constituida, claro, también en relación a los sujetos que sí fueron activos en los 70 -ya militantes armados, ya progres mirándolo por la tele estrenando colores, ya madres desentendidas, criando tranquila a sus hijas- y, claro, identidad constituida en fuerte relación con los discursos que se elaboraron luego para contar esa historia

lo que sí, me parece que hablar de «carencia» es un planteo incorrecto de nuestros problemas. me parece que es pensarnos en relación a discusiones, vivencias y categorías que no es que nos «exceden» por falta de algo, sino que nos son anacrónicas y ajenas y que no nos interpelan por ello mismo, no por una carencia nuestra. no nos exceden porque sean dos o tres talles más grandes, de modo que pegando un estirón nos quedarian a punto, sino que son un modelito que no nos sirve para entrar a la fiesta que vivimos: hay que entrar de elegante sport y nos ofrecen una mezcla de smoking con pantalon de pintor.

digo discusiones inter partidos, ciertas discusiones teóricas, personales, históricas (no discusiones sobre historia, sino sobre historias de conflictos entre grupos de izq)…etc, etc. casi, cuando se llevan a extremos ciertos debates, se nos acusa de no haber vivido en los 70 y de ser hijos de «la derrota» pero sin tener la experiencia de «la derrota», que es el modo en que ven el «resultado» de la «batalla» que libraron. básicamente: el argumento es: si ellos están derrotados y tenían la verdad, un proyecto abortado de país, necesitan trasmitirnos la verdad, «la historia no contada», la «versión del derrotado», trasmitida heróicamente por los sobrevivientes, a pulmón y de modo traslativo: ésta era la verdad antes, ahora también, yo la tenía, te la muestro a vos para que pruebes suerte con esta misma forma.

seríamos «carentes» porque no vivimos los 70 con sus «esplendores culturales», su «espiritu de cambio».

«carentes» porque no tenemos una teleologia historica asumida.

«carentes», básicamente, porque no tenemos sus proyectos de Revolución.

y me parece de lo mas sensato que se piense así. digo, que su discurso nos vea como carentes.

ahora, eso, claro, me hace pensar en la necesidad de una crítica radical a ese discurso. critica que es la que esbozan, me parece, ferrer y tatián en sus artículos. crítica que es la que, me parece, le parece a tatián que oscar del barco da lugar a pensar cuando no cierra sino que abre pensares.

creo que es muy discutible la carta de odb. creo que es una carta que no es lo mismo enviada por mail a amigos que publicada en una revista. en el pasaje del mail privado a la carta de publica circulacion, ahi, me parece, esta la interferencia con marianito grondona. y ahí lo terrible de la carta de del barco: a treinta años, la más sensata crítica que puede pensar la izquierda de aquellos años es la que sale de la boca de grondona. eso, me parece, sí es carencia. carencia de una autocrítica productiva, que es, si bien no creo que del mejor modo, a la que da lugar del barco.

salute

se.ba

Sebastián Hernaiz

Publicado en www.elinterpretador.net