22 de Enero de 1971

Señor Jauretche:

Un desconocido me mandó su librito «Filo contrafilo y punta» con la santa intención de fastidiarme. Por supuesto, se equivocó la paloma. Me he reído mucho con sus ocurrencias, aunque generalmente no estoy de acuerdo con sus opiniones y sus prejuicios (no descarto que yo tenga los míos). Creo que usted toma gato por liebre (o liebre por gato) con alarmante frecuencia. Se me pueden echar en cara muchas cosas (no soy perfecta y usted tampoco); pero no precisamente las que usted señala. 

Como parece interesarse en lo que bebo, empezaré por darle datos fidedignos (puede usted controlarlos interrogando a mis caseros y otras personas que hace 45 años que viven a mi lado. Mi mucama lleva 41 años soportando mis malos tratos, pobre). 

Me gusta el te. Lo suelo tomar con toda clase (CLASE) de gente. Incluso con el chauffeur (perdone el galicismo…) que suele acompañarme a este balneario. Con mi mucama, ca va sans dire. Pero aunque les tengo más cariño a estas personas que a la mayoría de las que menciono en mis «crónicas sociales», no tendría sentido que sacara a relucir sus nombres (que le daré a usted si quiere) cuando me refiero al mundo literario. 

En cuanto al café, con o sin leche, me encanta y lo tomo por la mañana, sin medias lunas porque las de B.A. o Mar del Plata (y sospecho de toda la República) son incomibles. El desayuno con medias lunas (croissants) es un divina invención de los franceses. Francia es la media luna. Son exquisitas no sólo en el Ritz sino en cualquier boliche. las argentinas son un asco (nacionalismo a parte).

Por si el dato es utilizable en su próxima obra, le confesaré que suelo tomar mate (en taza) sin conmoverme cada vez porque es un producto nacional y la bebida preferida de papá Manuel (estanciero Pergamino). Él lo tomaba con bombilla, naturalmente. 

En cuanto a la educación que recibí, no fue todo lo sería y amplia que hubiese deseado (y deseo para todas las mujeres mmm que sientan vocación para el estudio o una carrera). pero así y todo, les quedo agradecida, profundamente agradecida, a mis padres por haberme obligado a aprende, a fondo, idiomas. Han sido parte del deleite de mi vida, pues he podido leer Shakespeare, Dante, Racine como a Cervantes. Y me gusta leer. 

Contrariamente a lo que usted ha sacado en limpio, he gozado de tal cantidad de infancia que todavía me dura. No, señor Jauretche, no quiero decir que he caído en la infancia. 

Las Memorias periodísticas (el término está bien aplicado) publicadas por LIFE, no son las que tengo escritas para que algún día se publiquen. Eran Memorias ad usum delphini. Usted también suele escribir ad usum delphini, sólo que nuestros delfines son distintos. 

Otro dato: mis Memorias (las verdaderas) están escritas en español y en francés. Probablemente con fallas en ambos idiomas. No soy un estilista como Azorín, aunque éste declaró (no a mi) que mi español le gustaba. 

Qué más, qué más? … Tranquilo, gato, como dice Cacho Fontana en no sé qué propaganda. Lo de gato no alude a usted. Zoológicamente, lo calificaría de otra manera (todos tenemos parecido con algún animal). Y por lo que usted escribe, soy un vegetal. Hay epifitas preciosas. Lástima que usted me toma por una flor del aire y que yo no lo sea! Soy mucho más terrena y del terruño que usted, señor Jauretche. A pesar de los «croissants». Sus opiniones (abundantemente compartidas en este país) prueban, o bien que no, sabe leer en profundidad (si es que jamás se tomó el trabajo de leerme) o bien que tiene prejuicio que le nublan la mente. 

Me interesaría saber a qué circunstancia debo su evidente (aunque me haga gracia) mala voluntad. Pero esto ha de surgir del subconsciente (como dicen) y ni usted ha de estar enterado de las verdaderas causas. 

Me parece que usted se equivoca sobre el sentido de la palabra snob. Sin advertirlo, usted mismo es un terrible snob en ciertas materias… Y nada tendría de censurable este pecado venial si no se transformara en agresividad gratuita. Yo creo que su nacionalismo puede hacer mucho más daño al país que mi revista, figúrese. reflexiones, señor Jauretche, reflexiones y comprenderá usted que no se trata de una aberración. La característica más valiosa de los grandes argentinos (entre los que no me coloco) era una apertura al universo entero que no tenían los franceses, provincianos en medio de sus riquezas de todo orden, y los ingleses viajeros, colonizadores y poderosos (en una época). El poder que conservan hoy, ya no es material, como en el siglo pasado). 

En cuanto a las «miss», las «mademoiselle» de mi lejana infancia, no eran invención de los grandes estancieros argentinos, ordeñadores de vacas, esquiladores de carneros, sembradores de maíz, cosechadoras de trigo, etc. Se estilaba tener, al cuidado de los niños, nurses, institutrices inglesas, francesas, alemanas en Francia, Inglaterra, RUSIA, entre las clases llamadas altas (costaba dinero). Estas mujeres, a menos admirables (sobre el tema he escrito) enseñaban idiomas y buenas maneras a niños revoltosos, regalones y traviesos, como yo, señor Jauretche. Casi nunca era «intrusas» (las mías nunca lo fueron). Su época ya pasó como la de los landó con espléndidos caballos. Y la de las cocottes, y la de las enaguas, y la del cancan. Esa época, si bien la vivieron, no la inventaron los estancieros argentinos que viajaban y educaban a sus hijos lo mejor que podían. Sea usted razonable, señor Jauretche. Ellos pertenecían a una época histórica y le aseguro que mucho les debo a mis mayores, aunque no pensaba como ellos. Esos mayores eran este país que lo tiene a usted tan fanatizado. En mi familia estaban José hernández, Pueyrredón, Vicente López, y hasta Rosas. Nombrarlos a todos sería el cuento de nunca acabar. Estaban allí como estaban en mi infancia las institutrices. Aunque me he rebelado contra maneras de pensar, y que he sufrido por esta rebeldía, no les guardo rencor sino cariño.

Me apena que sea usted indiscriminadamente agresivo, señor Jauretche. Esa actitud es estéril, creame. 

Lo saluda cordialmente esta epífita

Victoria Ocampo. 

Ps: Esta carta quedó en un cajón hasta hoy, 5 de marzo, día que vuelvo a echarla al correo.