2 de septiembre, 1937

Monk’s House, Rodmell, Lewes, Sussex

Mi querida Victoria:

Tendría que haber respondido antes a su carta, pero comprenderá que no pude, ya que acababa de enterarme de la muerte de mi sobrino en España. Murió conduciendo una ambulancia cerca de Madrid, y luego mi hermana estuvo enferma y yo estuve con ella, y he sido incapaz de pensar en nada más. Es una pérdida terrible, usted comprenderá. Y me enfurece que se haya malogrado su vida.

Pero ahora responderé a su carta. Por supuesto, me siento honrada, halagada y encantada de que su larga conferencia haya mantenido el interés de la gente, sin importar cómo dividamos los méritos entre nosotras.

Preferiría sentarme en un sótano o mirar arañas antes que escuchar a un inglés disertando. Claro que me gustaría leerlo, si tiene una copia. Estoy aquí, en Monk’s House, hasta octubre, y así, aunque me han dicho que llegaron los Orlando, todavía no los he visto. Con respecto a su pasaje del Orlando, se lee sumamente bien. La verdad es que mi francés es demasiado rústico como para compararlo exactamente con el inglés.

Sus mariposas: ¿recuerda la visita nocturna de las dos damas misteriosas que traían las mariposas? No; pero yo sí, están colgadas sobre la puerta en Tavistock Square, junto al retrato de mi ancestro puritano que desaprobaba los regalos. Venga si se encuentra en Londres, en la carroza blanca. Y disculpe esta carta tardía y bastante ilegible. Esta mañana mi pluma parece un rastrillo.

Suya

Virginia Woolf