De Zelda Fitzgerald
Octubre de 1934

Hospital Sheppard-Enoch Pratt
Towsond (Maryland)

Queridísimo Do-Do:


Gracias por la carta. Ya que te estás disolviendo lentamente en una figura mítica durante el largo período de años transcurrido desde hace dos semanas, te hablaré de mí:
1 ) Estoy sola
2) No tengo parientes ni amigos y me gustaría conocer a un guerrero malayo
3) No cocino ni coso ni doy la lata por la casa
El hospital Sheppard Pratt está situado en algún sitio del interior de la conciencia humana y a mí puede localizárseme allí en cualquier momento entre el amanecer de la conciencia y el comienzo de la vejez.
Cariño: La vida es difícil. Hay muchos problemas. 
1) el problema de cómo permanecer aquí y 
2) el problema de cómo salir. 
Y todavía me muero de ganas de ir a Guatemala y de ir en bici hasta el final de un largo camino blanco. La carretera está bordeada de cedros blancos del Líbano y álamos y los antiguos esplendores se desmoronan en las resecas colinas blanqueadas y los nativos duermen a la sombra de un gran muro gris. Mientras, aquí Grate Moore canta maravillosamente en la radio y oscuros reyes se hacen matar por lo que estoy convencida son secuaces de Mussolini para que Lowell Thomas no disguste a las ancianas. Es todo muy deprimente.
Dimos un paseo estupendo por el bosque orgullosamente Inflamado con una última extravagancia desesperada. Los senderos parecen túneles por los secretos de una piedra preciosa, todo es verde y dorado y el mundo aparece ambarino bajo los arces.
¿Puedo ir al ballet ruso? ¿O puedo ir con la señora Owens? ¿O pedirás a Papá Noel que me traiga un ballet ruso, o harás que la cocinera ponga algo en el siguiente pudin… o lo que sea?
Me gustó New Types. La chica estaba preciosa con la brisa en el flequillo. Como todos tus relatos, ése tenía algo encantador que recordar: sobre la soledad de cumplir las palabras (me gustan tus credos y tus relatos). Quería escribirte sobre The Darkest Hour. Era más bien pura y grandiosa y cargada de la presión de la historia en la estructura, aunque hubiera preferido más descripción y menos batalla. La señora Ridgely me llevó a ver el comienzo de la cacería. Hay una historia en esa atmósfera. Hay un abuelo pequeño y protegido como el Papa y Miss Lady de las cartas de amor aquí en el hospital y ninguno de ellos luchó en la guerra civil. Por supuesto no podría ser la historia de la familia pero es una historia muy buena.

Publicada en Cartas de amor y de guerra (1919-1940) , Barcelona, Grijalbo-Mondadori, 1994