Cuando llegó el aviso oficial del gobierno, la carta que le daba un plazo de veinticuatro horas para abandonar el país, pensó, exaltado: «Es por mis poesías. No puede ser otra cosa que mis poesías. No puede haber otra razón».

Así se marchó esa noche, feliz e ignorante. Así murió en el destierro, feliz e ignorante.