Juan José Campanella 
Argentina, 100 bares, 2009

Las cartas, las fotos, la memoria

Por Lucas Niro

Si bien las cartas no son el eje estructural ni el punto de partida en la narración de la película, se transforman en la clave de la investigación que se lleva a cabo en el juzgado en el cual se desempeña Benjamín Espósito (Ricardo Darín), el personaje principal de esta historia.
El film comienza cuando, en 1999, Espósito acaba de jubilarse y decide escribir una novela sobre un caso de violación seguida de muerte, que estuvo a cargo de su juzgado en los años setenta. A partir de este disparador, comienza a contarse la historia a modo de flashbacks, mientras se le imprime relevancia a la relación con su entonces jefa Irene Menéndez-Hastings (Soledad Villamil) y a la amistad con su compañero de trabajo Pablo Sandoval (Guillermo Francella).
En la investigación surgen dos elementos que tienen que ver con el registro de la memoria cotidiana: las fotos y las cartas. Benjamín comienza a sospechar de Isidoro Gómez, un amigo de la infancia de la víctima, al partir de la mirada, la expresión de los ojos, que descubre en viejas fotos de un álbum familiar. Siguiendo esta vaga pista, Espósito y Sandoval allanan sin permiso la casa de la madre de Gómez y secuestran ilegalmente un manojo de cartas. En ellas, luego de muchas incertidumbres, encuentran la clave para encontrar a Isidoro.
Aquí, en estas cartas, se concentra gran parte de la mística de la película: “El tipo puede cambiar de todo, de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios; pero hay una cosa que no puede cambiar; no puede cambiar de pasión”. Gómez en sus cartas jamás deja datos de su paradero, pero refleja inexorablemente su fanatismo por Racing Club, mencionando ante cada circunstancia de vida contada a su madre, ejemplos y comparaciones con situaciones vivenciadas por futbolistas del club de sus amores. Es entonces cuando Pablo y Benjamín resuelven adentrarse entre la muchedumbre del estadio donde Racing disputa un partido con Huracán, iniciando tal vez la secuencia del film sobre la que más se ha escrito y hablado.
Una vieja máquina de escribir a la que nunca le funcionó la tecla “A” es la herramienta que utiliza Benjamín para escribir su novela. Ella pasa a ser el motor de la memoria, memoria que es un tema recurrente en la película y que se enfoca también desde otros puntos de vista: las fotos, las cartas, los montones de carpetas de archivos del juzgado, el estado de “amor perfecto” en el que se encuentra el viudo de la joven asesinada, y que espera día tras día encontrar al culpable apoyándose en los recuerdos de un tiempo detenido. Además, todo transcurre dentro del contexto de una época plagada de turbulencia social y política que ha marcado la memoria de un país.

Dirección: Juan José Campanella
Producción: Gerardo Herrero
Fotografía: Félix Monti
Montaje: Juan José Campanella 
Música: Federico Jusid y Emilio Kauderer 
Guión: Juan José Campanella
Historia original: Eduardo Sacheri (La pregunta de sus ojos)
Intérpretes: Ricardo Darín, Guillermo Francella, Pablo Rago, Soledad Villamil. 
Origen: Argentina (2009) 
Duración: 129 minutos

Categorías: Películas