Buenos Aires, SM, 2019

Por Belén González

Francisco es un adolescente de Lincoln, que se encuentra en ese limbo entre haber terminado la secundaria y comenzar algo que se parezca más a una vida adulta, cuando estalla la Guerra de Malvinas. 

El destino no quiso, tal vez ayudado por una promesa que hizo su padre a la Virgen de Luján, que su destino fuera Malvinas. Así que el reciente sueño de Francisco de convertirse en un héroe, de tener un sinfín de anécdotas para sus conquistas amorosas y también vislumbrar un norte claro en la vida, se esfumó tan rápido como llegó. 

Pero tan solo dos meses después de finalizada la guerra, Francisco sale sorteado para el servicio militar obligatorio y se incorpora a la Infantería de Marina. 

Esos catorce meses que pasan desde la instrucción, pasando por su puesto en la enfermería de Bahía Blanca hasta su retorno, están llenos de altibajos, de cruentas historias de la guerra que contaban otras voces, de soledad y de encuentros con quien sea que parezca tener un atisbo de humanidad. Y, entre todo eso, claro, hay cartas. 

Querido Francisco: te escribo mientras la noche va llegando lentamente y hay que buscar acomodarse en la cocina. Mamá está eligiendo unas verduras para la sopa y los perros ladran quién sabe a qué. Ayer una comadreja dejó un tendal de pollitos muertos y la estamos buscando entre los árboles: tiene los días contados la muy alimaña. Te cuento estas cosas mientras pienso con orgullo en tu presente, una etapa de la vida que nunca vas a olvidar.

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