Tengo los cajones llenos de cartas
que nunca te mandé.
Pero ahora como un castigo
de no haberte mandado
las que podía mandarte
no encontré tu dirección…
No la encontré en ninguna parte.
Te digo la verdad.
Y me contestarías
–Como siempre…
Pero esta vez, Dios mío,
no me ofendería.
No tengo tu dirección ahora tampoco.