Apreciada Señora Robinson:


Hace algunos días, recibí de Ud. una cordial invitación para integrar un Grupo de Personas Eminentes bajo el patrocinio del Excmo. Señor Nelson Mandela, con el fin de promover y crear conciencia sobre la importancia de alcanzar un progreso real en la lucha contra el racismo en la Conferencia de Durban y de elaborar un programa de acción que incluya medidas prácticas para promover la tolerancia y el respeto por la diversidad. Razones ajenas a mi voluntad me impiden acompañar a Ud. y a este selecto grupo de personalidades en las actividades programadas en el marco de la 3ª PrepCom que se inicia el día de hoy en Ginebra. Sin embargo, no quiero dejar de expresarle mi punto de vista personal en torno a las dificultades que enfrenta la Conferencia y los temas que la motivan, agradeciéndole quiera Ud. compartir estas reflexiones con los colegas que tengan ocasión de concurrir a esta cita. 
Tal como le expresé en nuestra conversación de hace hoy un año, vi en la 3ª Conferencia contra el Racismo una oportunidad de retornar al escenario de las Naciones Unidas, buscando reanimar la esperanza que durante tantos años me llevó a buscar en sus diversos mecanismos oídos receptivos, reconocimiento y respeto a los pueblos indígenas y nuestros derechos. 
No soy ajena a los avances que la lucha de nuestros pueblos y la presencia sostenida de un selecto grupo de líderes y representantes indígenas han sido capaces de concretar en diversas esferas del quehacer internacional. Sin embargo, tales avances parecen perder significación ante la persistente negativa de algunos Estados y otros actores internacionales a reconocer a los Pueblos Indígenas como lo que han sido por milenios y son hoy: Pueblos, con plena capacidad de determinarse libremente, con un bagaje cultural y valórico que aportar a una humanidad cada vez más confundida sobre su destino común, cada vez menos solidaria y consciente de su responsabilidad en la preservación del equilibrio natural, y cada vez más impotente frente una minoría que cree poder imponer sus designios a costa del bienestar y la dignidad generales. 
En el mundo de hoy, nuestra presencia desafía la incumplida promesa del sistema de Naciones Unidas de poner fin a los regímenes coloniales que sojuzgaron a nuestros pueblos y crearon oprobiosas instituciones de esclavitud y servidumbre. 
Se ha creado un Foro Permanente sobre cuestiones indígenas sobre cuya constitución existen hoy más temores y dudas que certezas y esperanzas. A estas alturas parece claro que no será el Foro de los Pueblos Indígenas que habíamos demandado al inaugurarse el Decenio Internacional proclamado en nuestro nombre, como sujetos de los derechos que se nos niegan en cualesquier otros ámbitos y como una plataforma desde la cual podamos constituirnos en el interlocutor colectivo de la construcción de un mundo intercultural respetuoso y digno. El sistema de Naciones Unidas no ha sido capaz siquiera de organizar un proceso de consultas idóneo y transparente que nos permita confiar en el pluralismo, la representatividad e independencia de dicho Foro. Si no existen recursos ni para organizar una reunión de consulta, ¿qué podemos esperar para el funcionamiento de este espacio sobre el que pesan tantas expectativas? 
Más recientemente, se ha creado una Relatoría Especial sobre las violaciones de los derechos humanos y libertades fundamentales de nuestros pueblos; sin embargo, se continúa presumiendo la incapacidad intrínseca de los indígenas para ejercer una responsabilidad semejante como si no fuéramos capaces siquiera de reconocer y defender nuestros derechos. 
Y ahora se trata de reconocer nuestra significación en la agenda contemporánea del racismo, la discriminación y la intolerancia. Por un lado, se continúa mezquinando el reconocimiento de las responsabilidades del proceso colonial y la persistencia de una herencia que continúa perpetuando las formas de exclusión y desprecio que nos sometieron al exterminio, la minorización y la explotación que han determinado nuestra actual invisiblización, la negación de nuestra existencia y, consiguientemente, de la discriminación que aún padecemos. Por otro, se nos continúa victimizando y considerando como un actor vulnerable y minusválido, que sin la tutela de los estados neocoloniales pareceríamos condenados a la desaparición. En los documentos que discute este último Comité Preparatorio, no se recoge la esencia de las reivindicaciones que nuestros pueblos han reiterado en todos los eventos preparatorios y que pueden resumirse en el respeto a nuestra existencia como Pueblos, el reconocimiento de nuestra contribución histórica al desarrollo de la humanidad y nuestro derecho a un desarrollo sostenible, digno y equitativo, con pleno acceso y control de nuestros territorios y recursos. 
Reconocemos que, mientras la humanidad está hoy en situación de enfrentar sus problemas reales y sus traumas socio-históricos como nunca antes en el pasado, son muchas las causas que reclaman una atención urgente y que amenazan la paz global. Sin embargo, estamos ante la amenaza de que la riqueza de esta Conferencia que reside en la diversidad de su agenda sea subordinada por la necesidad de un acuerdo político sobre los asuntos candentes de la coyuntura. 
Los Pueblos Indígenas no estamos dispuestos a que nuestras demandas históricas sean, una vez más, deformadas y subastadas. No nos prestaremos a cohonestar un acuerdo que viabilice la Conferencia a expensas de nuestra dignidad y nuestros derechos. No reconocemos a nadie el derecho a recortar o condicionar nuestras exigencias y, junto a ellas, las de movimientos sociales y millones de hombres y mujeres que padecen la discriminación por múltiples causales y que esperan de esta Conferencia una palabra clara y contundente en contra del inmovilismo y la impunidad. 
Los Pueblos Indígenas no podemos quedar indiferentes frente a recientes manifestaciones de racismo ambiental como la negativa a ratificar el Protocolo de Kyoto por parte de la principal potencia contaminante del mundo, mientras se impone a la humanidad un paradigma de producción y consumo absolutamente insostenible, y a los Pueblos Indígenas que convirtamos nuestros territorios en sumideros de los desperdicios de una forma de vida de la que no somos responsables y que nunca compartiremos. 
En otros asuntos, siendo ésta la primera Conferencia de la era post Apartheid, resulta incomprensible no sólo la reticencia a reconocer los fenómenos históricos del pasado sino los que hoy se tornan en las nuevas formas de esclavitud y arrasamiento de la dignidad humana. Como ejemplo de ello, menciono el injusto orden internacional impuesto a más de cuatro quintas partes de la población mundial está ocasionando una movilidad transfronteriza nunca antes vista en la historia de las civilizaciones. El desconocimiento de la dimensión cultural de este fenómeno, que representa ya el segundo rubro en las trasferencias internacionales de divisas, después del petróleo, es sencillamente inaceptable. Los migrantes -documentados o no- son seres humanos con derechos, y éstos están siendo desconocidos y avasallados cotidianamente tanto por las políticas institucionales de los estados receptores cuanto por las mafias transnacionales que están convirtiendo la desesperación originada en la ausencia de oportunidades para millones de personas en todos los continentes y, en muchas ocasiones, su propia vida, en un negocio multimillonario tan sucio e inhumano como cualquiera de los oprobiosos regímenes de la antigüedad, con el agravante de que en este caso, son las víctimas de este tráfico quienes pagan por su esclavitud. 
Sra. Robinson, nos ha instado Ud. a promover una enérgica Declaración y un programa de acción práctico y mensurable que incluya un mecanismo de evaluación del cumplimiento de las metas por parte de los Gobiernos. Por lo que puedo observar en los documentos que se negocian en este último evento preparatorio, estamos ante el riesgo de un nuevo fracaso si los responsables de asumir en esta Conferencia un compromiso con la humanización del futuro no son siquiera capaces de llamar a las cosas por su nombre. 
Con mis mejores deseos, saludo a Ud. afectuosamente,


Rigoberta Menchú Tum


Premio Nobel de la Paz


Embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO

Ciudad de México, 30 de julio de 2001

Publicada por la Agencia Latinoamericana de Información