Buenos Aires, Vergara, 1995
Ella es una joven alemana, que en 1923 acompa
ña a su marido hasta las tierras de la Patagonia Argentina en donde
él se hará cargo de una estancia. Con sus hijos y su educación europea,
Ella va descubriendo un paisaje colosal y único que no ha podido
imaginar ni en sus sueños. Al mismo tiempo, enfrenta las dificultades y
asperezas de una vida para la que no está preparada y en la que debe
improvisar constantemente los medios.
Todas sus impresiones, sus deslumbramientos y temores se
despliegan en las cartas que escribe a su madre, «Mutti», recopiladas
en este libro por María, hija mayor de Ella.
Las cartas transmiten en esta historia el sello de
autenticidad propio de la literatura autobiográfica y la sensación de
entrar en el misterio y la calidez de la vida privada.
Lago Ghío, 4 de marzo de 1923
Querida Mutti:
Hoy hace quince días que arribamos a la estancia, y recién
ahora encuentro un rato libre para darte noticias de nosotros. El
viernes 16 de febrero, a las siete de la mañana, partimos de San
Julián. Viajamos en dos autos; en el camión iban las valijas, tres
cajones grandes y el resto del equipaje. (.)
La travesía comenzó con buen tiempo y viento moderado, para
lo que es la Patagonia. Durante el primer día el paisaje se presentaba
más bien llano, una pampa inmensa salpicada de matitas de pasto y
matorrales de calafate. El camino, por cierto, no es lo que en Alemania
entendemos por tal: lo marcan las huellas de las enormes carretas que
transportan lana desde las estancias al puerto. A veces las huellas se
ven nítidas y parejas, a veces son tan profundas que una no se explica
cómo el pequeño auto brinca y serpentea por ellas. Los esqueletos de
caballos, vacunos y ovejas señalan también el camino. Al principio me
impresionaron. Los libros de Sven Hedin y otros viajeros exploradores
mencionan esas osamentas, pero me resultaba difícil imaginarlas. La
blancura de algunos esqueletos es tal que parecen irreales,
sobrecogedores.(.)