Cartas de amor de Fidel

Las envió cuando tenía 26 años a Natalia Revuelta · Ella le había ayudado a ocultarse en su casa de La Habana · Castro fue arrestado y le enviaba cartas secretas desde la prisión · Tuvieron una hija

(Madrid. AFP, EFE y DPA).- «No me importa lo que harás un día con estas cartas, porque son completamente tuyas», escribió, profético, Fidel Castro, cuando desde la cárcel volcaba las tribulaciones de su corazón de veinte y pico en encendidas misivas secretas a Nati Revuelta, su amada y esposa de otro hombre. Seis de esas cartas, escritas entre diciembre de 1953 y marzo de 1954, fueron publicadas ayer en el diario ABC de Madrid. A las misivas, hasta ahora inéditas, precede un artículo de Alina Fernández Revuelta, la hija de ambos.

Marx entre sueños

«Mujer es lo más delicado de cuanto hay en el mundo. La mujer es acreedora en lo más íntimo del corazón del hombre a una veneración intachable y sagrada», dice en una de las cartas un Castro íntimo, de 26 años, con pretensiones poéticas, poco reconocible en la figura del líder de la revolución cubana.

«Un beso es igual a otro beso, pero los amantes no se cansan nunca. Hay frases que son besos. Hay una miel que jamás empalaga. Ése es el secreto de tus cartas», continúa el joven Fidel.

Ardor político

No todo, en las cartas publicadas ayer, es pasión amorosa pura. Allí se reflejan también otras pasiones en las que se puede avizorar al Castro revolucionario.

«Yo pienso que es al Estado a quien corresponde resolver (la distribución de la riqueza), arrancándoles el dinero a los ricos, triplicando los impuestos sobre los palacetes del Country Club, la Quinta Avenida y las fincas de recreo», dice en una de las cartas, escritas cuando Castro ya había decidido volcar su vida a la lucha política y revolucionaria.

Pero el amor ocupa el espacio predominante en la correspondencia. «La razón es fría como el hielo; la emoción caliente como la lava; aquella es inútil en el terreno del afecto», explica Castro.

Su historia de amor con Natalia Revuelta comenzó tras el suicidio del líder del Partido Ortodoxo cubano Eduardo Chibás, en 1952. La mujer, que estaba casada, ofreció entonces su casa de La Habana a los hombres que se harían cargo de reorganizar el partido. Entre ellos estaba Fidel, a quien no conocía.

Cuando, bajo la dictadura de Fulgencio Batista, Castro comenzó a planear un movimiento revolucionario, buscó lugar donde refugiarse y acudió a Natalia. Ella le dio las llaves de su casa.

Tras las rejas

El 26 de julio de 1953, Castro y otros 72 hombres asaltaron el Cuartel de Moncada, una fortaleza militar en Santiago de Cuba. El ataque, frustrado, le costó su arresto en el Penal de Isla de Pinos.

Fue entonces cuando se inició el romance con Natalia: primero las cartas sentimentales, luego la amistad, después la relación amorosa, que duró sólo la corta estancia que, al salir de la cárcel, Fidel pasó en La Habana.

De la relación, un amor secreto, nació Alina, una hija que fue reconocida por el esposo de Natalia y que luego se convirtió en una feroz opositora al régimen de Castro.

Durante años, Alina luchó contra su padre y se declaró su «prisionera», hasta que salió de Cuba en forma clandestina para exiliarse en los Estados Unidos. Fue ella quien hizo publicar las seis cartas.

Su madre, Natalia, guardó en cambio una actitud silenciosa. «Son cartas de dos personas que se conocen y se quieren como seres humanos», dijo ayer a la agencia AFP en La Habana.

Como estaba casada, fue Natalia quien en 1954 le propuso a Fidel que guardara en secreto la correspondencia que mantenían.

Él aceptó la propuesta. «Pero, créeme, me río al pensar en esto, porque algún día este gran secreto lo sabrá hasta el gato», le escribió en una de las cartas.

Publicado en el diario Clarín de Buenos Aires el 22 de febrero de 1997