Eugenio Bustos · 15 febrero 1997
Mi buena María Belén:
Por medio de Nancy, que he encontrado aquí, de paso a Mendoza, te envío estas letras, con ánimo de levantar tu espíritu en momentos de sufrimiento. Ya hablamos el día 11. Quiero seguir ayudándote. 
Piensa que, en la vida, el dolor es un instrumento de maduración personal; se va completando la visión de la realidad, que no es como la vivimos cuando niños. Saber “aguantar” el dolor no es poco: es dominio de uno mismo. Esto, tanto si el dolor es justo como si es injusto. 
Por otro lado, procura ser correcta en el trato con el párroco; que él no puede tener motivos para estar quejoso de ti; aunque no coincidáis en muchas cosas. También este respecto te madurará: no siempre, en el vida, tenemos todos el mismo parecer; al aceptar el de otros, estamos madurando en el sentido de comunión. 
Y, finalmente, ofrécelo todo a tus Grandes Amigos, Jesús y la Sra. Virgen, que tanto te quieren. Unida a Ellos, encontrarás la paz. 
Siempre a tu disposición y pido por ti. 
Un abrazo
José A. Rico